De Psicópata a Psicólogo

//De Psicópata a Psicólogo
educar con cariño

Los psicólogos llevan décadas estudiando y abordando los distintos desórdenes mentales para lograr su cura. Como padres, poco nos hemos parado a pensar sobre dónde se originan y qué podemos hacer  para prevenir este devastador efecto en nuestros niños.

Los padres nos esforzamos en invertir incansables cantidades de dinero en una buena vida para nuestros hijos; traducido esto en disponer de los mejores colegios, los mejores médicos, mejores juguetes, mejores comidas, etc. No estamos entrenados para llevar a cabo la tarea que nos toca y el arte de educar queda suspendido en el aire, o a lo sumo, amparado en alguna lectura que otra sobre el tema. Pero ¿dónde está la clave para construir niños felices? El niño se debería construir desde dentro hacia fuera.

Hoy en día se oye cada vez más hablar sobre la autoestima. La autoestima es lo que sentimos cada uno por nosotros mismos. En qué medida nos gustamos. Cuando un niño la tiene dañada hará lo imposible para buscarla fuera y tratar de impresionar a los demás. Y el niño con alta autoestima no necesitará hacerlo, y tendrá más posibilidades de éxito. Como padres, debemos ayudarles a que crean en ellos mismos. ¿Cómo? Empezando nosotros por confiar en ellos. Hay dos conceptos  básicos que todo niño necesita:

– sentirse digno de que le amen

– sentirse valioso.

Según el estudio de Stanley Coopersmith, este factor de la autoestima no depende del status económico de la familia, ni de la educación, ni del país de residencia, ni del status social, ni de la profesión del padre o de si la madre está o no en casa, etc. Depende, en cambio, de la calidad de las relaciones del niño con aquellos que están al cuidado suyo. La mirada que de ellos reciba, se convertirá en su propia mirada el día de mañana.

Hace poco me contaron la historia de Dylan: Dylan era un niño que desde pequeño fue muy rechazado. Era muy movido. No paraba de hablar. Nadie quería quedarse con él. Incluso sus abuelos lo evitaban, cuando podían. Sus padres se separaron cuando él tenía apenas 2 años. Buscaba la manera de llamar la atención de la gente: hablando, o incordiando a los demás.  Su profesora, cuando él tenía 4 años, llamó a la madre para advertirle que no podía con él. Académicamente era muy bueno, consiguiendo muy buenos resultados siempre. La profesora llegó a decirle a su madre que como no le llevara al orientador del colegio, Dylan llegaría a ser un psicópata, porque no veía en él ningún grado de empatía, y siempre estaba molestando. La madre, alarmada, fue convencida por la profesora, y así lo hicieron. Un día antes de la cita con el orientador, Raquel llamó a la profesora para cancelarla. Sabía que si llevaba al orientador a su hijo, acabaría como muchos otros niños hoy en día; medicado, y profundamente marcado por el TDH.

Y así fue pasando el tiempo, hasta que con 9 años Dylan empezó a decir que no quería ir al cole. La madre comenzó a escuchar esta petición de ayuda que el niño estaba lanzando, pensando en otras alternativas: llevarle a un sitio nuevo, donde nadie supiera de él, donde la mirada de la gente fuera nueva y limpia, libre de cualquier comentario o juicio que enturbiara, aún más, su ya deteriorada imagen.

Para ello tuvo que cambiar de trabajo, de ciudad, de casa. Puso patas arriba su vida pero se negaba a aceptar el diagnóstico que se le había impuesto: “¿¿un psicópata??” Buscó pedagogías alternativas en internet y descubrió una donde hablaban de la tolerancia a la diferencia, la mirada sin juicio, el trabajo personal con las emociones y, sobre todo, lo que más le llamó la atención fue que al entrar cada mañana a clase, la profesora iba a mirar a su hijo a los ojos y le iba a decir con cariño y una sonrisa: “buenos días Dylan”. La madre de Dylan sumó todas las mañanas que hay en un curso escolar y pensó: “si cada día, unos segundos alguien puede mirar a mi hijo con amor, podría ser su salvación”. Había que probar.

Le llevaron tres días de prueba a ver si encajaba en la clase y si la profesora, María se llamaba, veía que podía integrarse bien. El primer día Raquel fue toda nerviosa a recogerle, porque quería hablar con ella. Se temía lo peor. María le dijo: “mire Raquel, no sé qué ha pensado usted hacer, pero yo me lo quedo. Su hijo tiene un corazón de oro”. Mientras escuchaba esto se le iluminaba la cara. La madre no pudo mas que romper a  llorar porque nunca nadie antes le había dicho ni siquiera que su hijo tuviera corazón. A su vez, Dylan se acercó al oído de su madre y le dijo: “mamá por favor, déjame aquí”

El primer curso fue de adaptación. Ocurrieron conflictos entre los niños, y Dylan se mostraba muy susceptible y a la defensiva, fruto de su experiencia anterior. Estaba dañado. La profesora hablaba mucho mucho al corazón de Dylan, y Dylan lloraba, de todo el dolor que llevaba arrastrado mientras ella le abrazaba. Eso se repitió a menudo durante el primer año. Los compañeros le arroparon también, porque habían sido educados en la tolerancia, el respeto, la empatía y el amor. Después de ese proceso terapéutico para él, Dylan pasó a ser otro niño: querido, buscado, incluso siempre votado para ser el delegado. Y empezó a crecer integrando en él una mirada diferente a la que ya conocía. Ganó en confianza y empezó a gustarse.

Iba siendo adolescente, y todos los amigos le pedían consejo para todo, porque él tenía un sentido de la justicia y lealtad impresionante; y porque como bien dijo su profesora, tenía un gran corazón… y eso fue lo que desarrolló Dylan esos años,  su corazón. Gracias a que María lo supo ver primero. Ya de mayor, decidió  estudiar psicología para ayudar y acompañar a otros en su proceso personal. Y encontró su camino sirviendo a los demás y extendiendo ese amor que le fue dado.

¿Por qué no se receta más amor? ¿Será que es gratis?

Artículo escrito por Lidia Serrano

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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