¿Por qué preferimos comernos una hamburguesa en lugar de un plato de brócoli? ¿Por qué sigo fumando? ¿Por qué no todos nos abrochamos el cinturón para conducir?
Desde hace años los especialistas de la salud nos vienen advirtiendo sobre los malos hábitos de vida de las sociedades industrializadas. Mensajes como “fumar mata” están presentes incluso en las propias cajetillas de tabaco. En los restaurantes de comida rápida nos indican las calorías y grasas que tienen sus productos; y hasta en la televisión vemos publicidad donde nos intentan convencer de que ponerse el cinturón salva vidas.
Por si no fuera poco, nos echamos las manos a la cabeza cada vez que vemos a jóvenes en las calles consumiendo drogas o con intoxicaciones por alcohol.
Pero si esto es así, ¿A qué se debe que nos gusten estos hábitos negativos para nuestra salud?
La explicación más sencilla sería la siguiente: El castigo por los malos hábitos es demorado, mientras el refuerzo de la conducta se percibe en el mismo momento.
La explicación más sencilla sería la siguiente: El castigo por los malos hábitos es demorado, mientras el refuerzo de la conducta se percibe en el mismo momento
¿Y esto qué significa? Vamos por partes:
Con Castigo nos referimos a una consecuencia negativa a una conducta, que sería la pérdida de algo. En este caso lo que perderíamos sería la salud debido a las conductas de fumar, comer grasas saturadas, no abrocharnos el cinturón… etc.
Con Refuerzo aludimos, por otro lado, a una consecuencia positiva a una conducta. Cuando fumamos, por ejemplo, lo que sucede es que nos sentimos más tranquilos y desaparece esa necesidad de fumar que nos perseguía.
Por tanto, cuando fumamos lo que percibimos en el momento es el disfrute de fumar, pero los efectos negativos del tabaco se producen muchos años después. Esto es lo que se denomina Demora del Castigo.
Esta demora conlleva que nos compense más fumar para sentirnos bien en ese momento que no fumar, o comer comida basura en lugar de comida sana.
Esta explicación de por qué hacemos lo que hacemos es muy básica e incompleta realmente, ya que a la hora de continuar con nuestros hábitos influyen otros factores importantes. Entre otros podemos encontrar nuestras preferencias, ideas, aspectos externos…etc. Todos estos elementos regularían lo ya explicado hasta ahora.
Un ejemplo de estos otros factores se puede apreciar claramente en el hábito de no ponernos el cinturón de seguridad. La DGT nos informa todos los años de que la mayor parte de los accidentes se producen en trayectos cortos. Aquí nuestra preferencia es no ponernos el cinturón porque es molesto para el poco tiempo que estaremos en el coche y la idea que nos surge es que no pasará nada en un trayecto tan corto. Esto hace que decidamos no ponernos el cinturón.
Sin embargo en ocasiones se puede presentar otro factor externo que hace que si nos pongamos el cinturón. ¿Sabéis cual sería? Un policía. ¿Qué sucedería en esta situación? A pesar de todas las valoraciones que la persona ha hecho este elemento tiene una capacidad casi divina que es la de emitir un castigo inmediato, una multa.
No sólo a base de castigos cambiamos nuestros hábitos. También nuestra ideología o nuestras creencias los cambian. Un ejemplo está en una persona vegetariana que a pesar de que le pueda gustar la carne decide por sus ideas no comerla más, modificando por tanto sus patrones alimenticios.
Cuando llevamos muchos años fumando, esa conducta se convierte en un hábito que finalmente recibe beneficios de todo tipo como puede ser el salir a fumar con los amigos en el trabajo, relajarnos, el cigarrillo de la mañana…Todo se convierte en refuerzos, pero los castigos aún no los percibimos, ni lo haremos hasta dentro de mucho tiempo.
Por todo esto nos resulta tan difícil cambiar nuestros hábitos. Cuando nos proponemos dejarlos luchamos contra nosotros mismos, contra el propio cuerpo que quiere sentirse bien de inmediato frente a un hipotético malestar en el futuro que nos queda muy lejos.
¿Pero por qué nos gustan tanto estos hábitos no saludables?
Justamente porque están preparados para gustarnos. El cuerpo, cuando hacemos deporte, responde con cansancio, dolor o sudores y esto a pesar de ser algo bueno para el organismo, a nosotros nos hace sentirnos mal. Sin embargo el quedarnos en el sofá viendo la tele y disfrutando de un batido de chocolate nos hace sentirnos bien, aunque a largo plazo sea negativo.
En realidad todos los hábitos en exceso pueden ser negativos para la persona. Por ejemplo el agua es un elemento esencial para nuestra vida, y beber un litro o dos al día resulta muy saludable. Pero en ocasiones las personas desarrollan la costumbre de beber mucha más cantidad de agua y el organismo acaba sufriendo a largo plazo. Como dijo Aristóteles “La virtud está en el término medio”.
Los hábitos poco saludables están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida, a nivel escolar, laboral e incluso a nivel familiar. Muchas veces estos son obviados y otras veces las personas no son capaces de abandonarlos por sí solos; sin embargo su modificación por otros más saludables puede reducir el absentismo laboral, la mortalidad de la población, mejorar el desarrollo de los más pequeños así como la calidad de vida en general de todas las personas.
Por ello es fundamental la presencia de psicólogos en todos los ámbitos ya mencionados que sirvan como ayuda a todas las personas que quieran abandonar estos hábitos para mejorar su calidad de vida.
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