En muchas ocasiones nos llegan a consulta pacientes con graves problemas de autoestima, pero ¿qué es la autoestima? Y lo más difícil de todo, ¿cómo aumentar nuestra autoestima y por qué se ha visto dañada?
La autoestima es un conjunto de creencias, percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, nuestra manera de ser así como los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. Es la percepción evaluativa de nosotros mismos. La valoración que realizamos basándonos en nuestras experiencias.
La importancia de la autoestima estriba en que concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y al sentido de nuestra valía personal; por lo tanto, puede afectar al modo en que estamos y actuamos en el mundo, y como nos relacionamos con los demás. Nada en nuestra manera de pensar, de sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la autoestima; de ahí el valor fundamental que esta adquiere en nuestras vidas.
Abraham Maslow, en su Jerarquía de las necesidades humanas, describe ”la necesidad de autoestima”, que incluye el reconocimiento, la confianza, el respeto y el éxito.
Carl Rogers, máximo exponente de la psicología humanista, expuso que la raíz de los problemas de muchas personas es que se desprecian y se consideran seres sin valor e indignos de ser amados; de ahí la importancia que le concedía a la aceptación incondicional del cliente. En efecto, el concepto de autoestima se aborda desde entonces en la escuela humanista como un derecho inalienable de toda persona, sintetizado en el siguiente axioma:
“Todo ser humano, sin excepción, por el mero hecho de serlo, es digno del respeto incondicional de los demás y de sí mismo; merece estimarse a sí mismo y que se le estime”.
Todos tenemos una imagen mental de quiénes somos, qué aspecto tenemos, en qué somos buenos y cuáles son nuestros puntos débiles. Nos formamos esa imagen a lo largo del tiempo, empezando en nuestra infancia. El término autoimagen se utiliza para referirse a la visión que una persona tiene de sí misma; gran parte de nuestra autoimagen se basa en las interacciones que mantenemos con otras personas, así como de nuestras experiencias vitales. Esta imagen mental contribuye a nuestra autoestima.
Como dice P. Jakubowski:
“Si sacrificamos nuestros derechos con frecuencia, estamos enseñando a los demás a aprovecharse de nosotros”.
Y ahí es cuando me planteo dónde están los límites y cómo podemos saber cuáles son nuestros derechos. Quizá los derechos asertivos puedan ayudarnos, pero ¿qué es la asertividad y qué son los derechos asertivos?
La asertividad es la capacidad que tenemos de defender lo que queremos, sentimos y necesitamos en cada momento de acuerdo con nuestras necesidades, con respeto hacia a los demás y expresándonos de forma adecuada.
La asertividad nos permite ser nosotros mismos y relacionarnos con los demás de manera honesta y adecuada. Es importante no perder de vista el respeto, ser capaces de autoafirmarnos y defender nuestros derechos respetando siempre al mismo tiempo los derechos y las necesidades de los demás.
La falta de asertividad puede hacer que las personas se comporten de dos maneras: agresiva o inhibida.
Las personas de estilo inhibido no son capaces de defender sus derechos e intereses, de negarse a peticiones que no quieren realizar y de expresar sus emociones, lo que les puede llevar a sentir que los demás se aprovechan de ellos; también a no tener en cuenta sus emociones, experimentando gran malestar y viendo como su autoestima se reduce hasta casi desaparecer.
Las personas con estilo agresivo, por el contrario, no respetan los derechos de los demás, ni sus sentimientos ni opiniones, pero además en ocasiones reaccionan ofendiendo, provocando o atacando. Al contrario que los inhibidos, sí consiguen lo que quieren pero a costa del enfado, rabia y violencia hacia los demás, lo que provoca que las personas se alejen de ellos.
La buena noticia es que la asertividad es una habilidad, y como tal se puede entrenar y desarrollar de manera adecuada en el día a día.
Para ello debemos poner en práctica los derechos asertivos: unos derechos no escritos, que todos poseemos, pero que muchas veces olvidamos a costa de nuestra autoestima.
No sirven para pisar al otro, pero sí para considerarnos a la misma altura que todos los demás.
A continuación te presentamos la lista de los principales derechos asertivos que todos poseemos; si te los lees, seguramente pensarás: “ya, claro, eso ya lo sabía yo”, pero párate a reflexionar un momento. ¿Realmente haces uso de tus derechos, te acuerdas de ellos en momentos puntuales? Tómate tu tiempo y léelos las veces que necesites:
Tengo derecho a ser tratado con respeto y dignidad. Si sientes que no eres tratado con el respeto y la dignidad que mereces tienes derecho a reclamarlo.
Tengo derecho a expresar críticas y a protestar por un trato injusto. Pero siempre de forma respetuosa a los demás.
Algunas veces, tengo derecho a ser el primero. Ceder siempre a los demás, no comunicar tus deseos o preferencias no te hace más cortés. No digas “lo que quieras” cuando tengas una preferencia.
Tengo derecho a elegir entre responder o no hacerlo.
Tengo derecho a tener y expresar mis propias opiniones. Que a veces no coincidan con las de la mayoría o con lo establecido no significa que estés equivocado.
Tengo derecho a sentir y expresar el dolor. Todos sentimos dolor, y tienes derecho a expresarlo ante aquellas personas que son importantes para ti, si lo necesitas.
Tengo derecho a ignorar los consejos de los demás. Cuando alguien te da un consejo es precisamente eso, no una orden de actuación.
Tengo derecho a pedir lo que quiero y a aceptar un NO por respuesta.
Tengo derecho a gozar, disfrutar y ser feliz.
Tengo derecho a descansar y a estar solo cuando así lo decida, aunque los demás deseen mi compañía o atención.
Tengo derecho a tener éxito y superarme, aun superando a los demás.
Tengo derecho a recibir el reconocimiento por un trabajo bien hecho. Esto se aplica a los demás, pero sobre todo a ti mismo. Reconoce tus méritos.
Tengo derecho a intentar cambiar lo que no me satisface. No te digas a ti mismo que no lo has intentado.
Tengo derecho a hacer menos de lo que soy capaz de hacer. No siempre podemos rendir al máximo. Todos tenemos días malos.
Tengo derecho a decidir qué hacer con mi cuerpo, mi tiempo y mi propiedad.
Tengo derecho a experimentar y expresar mis propios sentimientos, así como a ser mi único juez.
Tengo derecho a pedir ayuda o apoyo emocional si lo necesito.
Tengo derecho a detenerme y pensar antes de actuar.
Tengo derecho a interrumpir, a pedir información y aclaraciones.
Tengo derecho a tener mis propias necesidades y que estas necesidades sean tan importantes como las de los demás. Anteponer tus necesidades a las de los demás no te hace egoísta o desconsiderado, no siempre podemos contentar a todo el mundo.
Tengo derecho a no satisfacer las necesidades y expectativas de otras personas y comportarme siguiendo mis propios intereses.
Tengo derecho a no responsabilizarme de los problemas de los demás.
Tengo derecho a no anticiparme a los deseos y necesidades de los demás y a no tener que intuirlos.
Tengo derecho a decir que NO sin sentirme culpable o egoísta.
Tengo derecho a cometer errores y a equivocarme. Los errores forman parte de la vida y son necesarios para el aprendizaje. No te avergüences por ellos y defiende tu derecho a cometerlos.
Tengo derecho a cambiar de opinión, cambiar mi forma de actuar y a decir “no lo sé”. Cambiar de opinión no es una traición a ti mismo y no saber algo no te hace menos válido. Es evolucionar, aprender y ser flexible.
Tengo derecho a no necesitar la aprobación de los demás. Cada persona es válida por el hecho de ser persona, no por lo que los demás piensen de ella.
Tengo derecho a no tener que justificarme y a tomar mis propias decisiones. A veces con un “no gracias” es suficiente, no tienes por qué dar excusas y menos si no son sinceras.
Recuerda que todos ellos se supeditan a uno principal, que es el derecho a decidir si deseas hacerlos servir o no, y el criterio para tomar tal decisión será siempre personal.
Pero no olvides que todos cuantos te rodean tienen estos mismos derechos.
Ejerce tus derechos en libertad y respetando los derechos de quienes te rodean.
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