Quizás estés leyendo este artículo para conocer las claves del éxito, que están tan en boga hoy en día. Son muchos los escritos que nos bombardean con pautas de comportamiento para obtener el máximo rendimiento de nosotros mismos, la mayoría enfocados al mundo laboral.
Desde pequeños nos asedian con tareas y deberes con el objetivo de llegar a ser los más preparados y poder así optar al puesto de trabajo deseado. Aunque esto está cambiando, la sociedad en la que vivimos aún sigue otorgando los primeros puestos a las asignaturas clásicas: matemáticas y lengua. Nos desarrollamos en una atmosfera de presión, crecemos en un clima de competitividad, intentamos sacar el máximo rendimiento siempre de nosotros mismos, nos lo exigen en el colegio y en casa… pero haciendo tanto hincapié en eso ¿No nos estaremos perdiendo algo?
A lo largo de mi vida recuerdo que cuando en algunas ocasiones me costaba aprobar una asignatura mi profesora me decía: “Sí no apruebas es porque no quieres porque la capacidad la tienes, eres inteligente”; parecía que poseía un tesoro, el tesoro de la inteligencia: ¿Inteligente? ¿Qué es la inteligencia? Yo concedí una gran importancia al intelecto, y al poder llegar donde quisiera durante bastante tiempo, hasta que esto cambió.
Todo comenzó el día que empecé a trabajar con ellos; mi función era realizar evaluaciones psicológicas a personas con discapacidad intelectual. La teoría afirma que “La discapacidad intelectual se caracteriza por limitaciones significativas tanto en el funcionamiento intelectual como en las habilidades adaptativas conceptuales, sociales y prácticas, apareciendo siempre antes de los 18 años”.
Como nunca había trabajado con esta población los días anteriores a mi primer día me puse a profundizar más sobre el tema. A este respecto, me gustaría compartir con vosotros estos conceptos para adentrarnos en el entorno relacionado con el Síndrome de Down.
Todas las células del cuerpo humano tienen 23 pares de cromosomas, sumando un total de 46. Las personas con Síndrome de Down presentan un cromosoma de más en el par 21 dando lugar a 47 cromosomas en total.
Existen tres tipos de alteraciones cromosómicas:
Trisomía libre del 21: En estos casos, la alteración genética (la no-disyunción cromosómica o aportación de 47 en vez de 46 cromosomas) tiene lugar al inicio del proceso de la reproducción celular, dando como resultado células iguales a sí mismas, es decir, con 47 cromosomas, produciéndose así el nacimiento de un niño con síndrome de Down.
Translocación cromosómica: En casos raros, el cromosoma 21 extra, o un fragmento del mismo, se encuentra pegado a otro cromosoma (generalmente al cromosoma 14), con lo que sigue tratándose de una trisomía 21 ya que se duplica la dotación genética de este cromosoma.
Mosaico: La no-disyunción ocurre después de fecundado el óvulo y ya iniciado el proceso de división celular, dando lugar a células con 46 cromosomas y células con 47 cromosomas. El porcentaje de células trisómicas puede abarcar desde unas pocas a casi todas, según el momento en que se haya producido la segregación anómala de los cromosomas.
Las personas con síndrome de Down tienen a menudo algunas características físicas comunes, que quizás te suenen: perfil facial plano, hendiduras palpebrales oblicuas, pliegue cutáneo en el canto interno, orejas pequeñas, manos anchas con dedos cortos, pliegue palmar único y también es característica la debilidad muscular (hipotonía). Además las capacidades mentales se ven reducidas en un grado variable.
Tras afianzar estos conceptos acudí el primer día con los nervios típicos y con unas ganas inmensas de ayudar. Además me acompañaba la creencia de que iba a poder poner mi granito de arena en fomentar su bienestar y quizás también su felicidad.
La experiencia de trabajar con ellos me ha servido para poder contestar a la pregunta que planteaba anteriormente: ¿Nos estamos perdiendo algo? Rotundamente sí, creo que dejamos a un lado valores importantes que nos definen como personas.
A pesar de sus limitaciones ellos se ayudan los unos a los otros con una sinceridad e ingenuidad envidiables, de hecho pude observar con mis propios ojos una escena que me conmovió: estábamos en clase trabajando los nervios ante un examen final muy próximo, cuando una de las alumnas comenzó a llorar porque no se le daba bien hacer esquemas y estaba agobiada porque no podía estudiar. No pasaron ni dos segundos cuando 4 de sus 6 compañeros se levantaron para ofrecerle sus esquemas; no pretendían nada a cambio solo que se calmara, para que pudiera estudiar y de esta manera aprobar. No reflexionaron sobre que si dejaban sus apuntes esa compañera pudiera superarles en nota. Ese simple gesto me impacto mucho, y me llamó la atención que se comportaran así ya que ¿No sería lo correcto? ¿Lo normal? Nos tiramos flores por ser capaces de aprobar con nota pero estoy segura de que en mi universidad no hubiera habido apenas voluntarios, ya que tenemos gravado a fuego la palabra competitividad.
Además se muestran tremendamente comprensivos con los errores de los demás y generalmente intentan que aunque falles no te sientas mal, hablándote siempre con una sonrisa, tratándote siempre con un cariño difícil de describir con palabras. Siempre tienen tiempo y ganas para decirte lo que haces bien, cosa que echaba de menos ya que generalmente nos centramos más en recalcar los defectos olvidando mencionar igualmente las virtudes. Somos unos abanderados de la capacidad intelectual (refiriéndonos a los resultados académicos) pero estamos olvidando otras habilidades tan importantes como la empatía, el compañerismo, la generosidad o el altruismo.
Con todo esto llego a la conclusión de que aquellas personas a las quería ayudar con mis conocimientos universitarios y mi desarrollo intelectual normal han sido las que me han recordado a mí todas esas capacidades que poseen y que yo había olvidado que eran importantes para la vida. Ellos han aportado el granito de arena en mi felicidad y bienestar haciendo del trabajo un placer, y sí, también han contribuido a hacerme sentir mejor como profesional y sobretodo como persona. Solo tengo palabras de agradecimiento y de admiración hacia todos ellos, sin olvidar a las personas que les rodean, como familiares y profesores, siempre ahí de manera incondicional ayudando a que puedan desarrollarse de una manera óptima.
Me gustaría que este artículo sirviese para que se deje de discriminar a una persona por el mero hecho de tener discapacidad; todos tenemos algo que aportar y que aprender. Cambia tus prejuicios por una oportunidad para ellos, pon tu granito de arena en la inclusión social y estoy convencida que te lo devolverán con un gran saco de harina de felicidad.
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