Mi pareja esta de mal humor gritando enfadada de mala manera, “¿será que habré hecho algo mal? ¿O puede que simplemente haya llegado a casa cansada o enfadada del trabajo y no tenga nada que ver conmigo?”.
“Este fin de semana ha sido un desastre, no he estudiado lo que tenía pensado y encima no he salido de casa creyendo que en algún momento estudiaría”.
¿Identificáis esta emoción? En efecto es la culpa.
La culpa está más presente de lo que creemos en nuestro día a día; esa emoción incomoda y compleja que se dispara ante situaciones de lo más inusuales y desacertadas que hace verse a uno mismo como imperfecto y causante de los problemas de alrededor. Aparece por un evento no resuelto del pasado, genera conflictos internos y se comporta de manera autodestructiva.
La culpa se define como la responsabilidad que recae sobre alguien por haber cometido un acto incorrecto; un afecto doloroso que surge de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas personales o sociales especialmente si se ha perjudicado a alguien.
A menudo el sentirnos culpables nos lleva a acudir al psicólogo. Nos encontramos mal con nosotros mismos y no podemos dejar de darle vueltas a hechos pasados, viéndonos como responsables únicos de los mismos. Nos empeñamos en autoculparnos de lo que no tenemos responsabilidad alguna, en muchos casos, y asumimos que debimos hacer algo que no hicimos en el pasado.
Como toda emoción tiene su parte adaptativa y es que resulta necesaria para la correcta adecuación a nuestro entorno: la utilidad de la culpa reside en hacernos conscientes de qué hemos hecho mal y así poder compensarlo, además de ayudarnos a respetar las normas y a no perjudicar a los demás. Por ello funciona como un castigo cuando cometemos un error.
Características positivas de la culpa:
Los demás se apiadan de nosotros pues produce pena
Nos hace conseguir lo que queremos de nuestro entorno
Evitamos enfrentarnos al problema
Conseguimos manipular a la otra persona haciéndole sentirse culpable: “Si me tuvieras algo de aprecio, vendrías a cenar conmigo”
Nos sirve para darnos cuenta de que actuamos mal
Nos permite analizar y corregir nuestra conducta para tener la oportunidad de cambio en un futuro
Nos ayuda a sentirnos menos “malos”, porque si realmente lo fuéramos no sentiríamos culpa
Sin embargo esta emoción aparece en situaciones que no son las más útiles, ¿Por qué debo sentirme culpable cuando se ha muerto un familiar cercano hace escasas semanas y me encuentro feliz por otro tema? ¿Por qué aparece la culpa cuando he salido de fiesta y al día siguiente me encuentro mal?
No existe en estos ejemplos ninguna falta objetiva cometida que justifique este sentimiento. Este tipo de culpabilidad puede ser destructiva y desadaptativa.
Cuando el mecanismo de la culpa no funciona de manera correcta puede estar presente en procesos patológicos como la depresión o el perfeccionismo. Esta emoción además tiene repercusiones a nivel de baja autoestima —pues asumimos que todo es problema nuestro—, estando relacionada con la experimentación de ansiedad.
Características negativas de la culpa:
Nos lleva a rumiar sobre lo que estuvo mal
La utilizamos para criticarnos
Nos demostramos que no valemos
Nos paraliza y nos impide actuar
No nos ayuda a resolver el problema
No aprendemos las lecciones del pasado
Aparece a modo de penitencia contra nosotros mismos
No nos permite vivir a gusto
Aprendemos a sentirnos de esta manera, encerrándonos en un círculo vicioso del que es complicado salir. La culpa implica encontrarnos indefensos ante el acto incorrecto cometido sin posibilidad de manejarlo, por lo que la responsabilidad recae sobre nosotros y no somos nosotros los que tenemos control sobre el acontecimiento.
Es interesante reformular la culpa sufrida desde la toma de responsabilidad de nuestros actos y reorientarnos hacia aquellos acontecimientos sobre los que tenemos implicación directa, así como capacidad de manejo, para conseguir tomar conciencia del problema y solucionarlo.
Un ejercicio que solemos hacer los psicólogos con nuestros clientes es el llamado ejercicio de reatribución de rehm; este consiste en hacer atribuciones más ajustadas a la realidad. Se tienen en cuenta aquellos sucesos relevantes de las dos últimas semanas, y se evalúa con porcentajes el grado de responsabilidad que se haya podido tener en cada uno de ellos, además de si otras personas, la casualidad o el azar pueden haber intervenido de alguna manera.
Siguiendo estos principios, cuando te sientas culpable, en lugar de regañarte, atacarte o calificarte negativamente oriéntate hacia tu conducta:
Analiza qué fue lo que hiciste o dejaste de hacer
Piensa si estas juzgándote con ideas o valores de otras personas o de otros tiempos
¿Cuáles eran mis opciones y por qué elegí actuar así?
¿Lo podía haber evitado, sin causar problemas mayores?
¿Cuáles fueron las circunstancias que influyeron en mí conducta?
Estas preguntas nos ayudarán a comprender el porqué de nuestras acciones y centrarnos en nuestra conducta para aprender a no volver a actuar de la misma manera la próxima vez que ocurra algo parecido.
Si no quieres sentirte culpable, no tienes porque hacerlo. Tú eres el que maneja esta emoción y el que puede conseguir que la conducta, sentimientos y pensamientos se modifiquen para poder aceptarnos tal cual somos.
¡Aflojemos con nosotros mismos! Basta ya de darse caña que no todos los errores que suceden a nuestro alrededor son nuestra culpa. Vale ya de utilizarla como mecanismo para criticarnos, machacarnos y fustigarnos y tomemos conciencia y responsabilidad sobre el problema ocurrido.
Así pues, derivemos el sentimiento de culpa en aprender a perdonarse a uno mismo y hacerse responsable del error cometido, enfocándonos en la solución y no en buscar culpables.
No hay comentarios.