Duelo: la importancia de haber transmitido tus sentimientos

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Duelo: la importancia de haber transmitido tus sentimientos

Mi padre falleció recientemente y, si bien el proceso de duelo lo llevé mucho mejor de lo que jamás hubiera imaginado, mis sentimientos al poco tiempo de su fallecimiento pueden resumirse en un texto que quise escribirle el que hubiera vuelto a ser el día de su cumpleaños. No fue necesario pensar, encontré fácilmente las palabras apropiadas para que mi corazón hablara:

Papá, te sigo echando mucho de menos y ya soy totalmente consciente de que así será para siempre, es cierto que te siento junto a nosotros, pero nos habíamos acostumbrado a las palabras, caricias, besos, miradas, y me falta esa forma en la que nos comunicábamos.

Aunque te siento con nosotros me queda el vacío de esos besos que ya no caen en tu mejilla, de las caricias que no encuentran tu mano, de las palabras que no reciben tu respuesta, de esos gestos que ya no pueden esperar esa mirada tuya de aprobación. Te siento, pero me faltas, te encuentro, pero te sigo buscando, no siento que te has marchado para siempre, pero me aterra no volver a verte. Me entristece que tanto amor como tengo hacia ti ya no pueda ser compartido, sentido, apreciado, valorado. Porque ese amor era tuyo, era hacia tu persona, hacia lo que tú me dabas y yo te daba a ti, y no puede ser dado a nadie que no seas tú.

Te siento presente, y eso me tranquiliza, pero me falta nuestra forma de transmitirnos lo mucho que nos queríamos. Como tú solías decirme, “nos queremos con locura.

Esos sentimientos y sensaciones han ido “madurando” con los meses. Mi forma de enfocarlo es otra y siento diferente, soy más feliz y me siento muy tranquilo gracias al crecimiento personal que he tenido durante estos meses en los que mi padre ya no está con mi familia y conmigo. He aprendido a llevarlo mejor y me gustaría compartir parte de ese aprendizaje con todos aquellos que hayan perdido a seres queridos y con los que los perderán.

Considero fundamental el hecho de transmitir todo lo que se siente hacia esa persona, compartiendo esos sentimientos de amor y cariño. Mis ojos se abrieron tras el infarto que mi padre sufrió, y a partir de ese momento (en el que sentí que se podría haber ido de este mundo sin haberme podido despedir de él y sin compartir todo lo que llevaba dentro) comenzaron a llegar las caricias, los besos frecuentes, las miradas de complicidad, y el sentir una relación mucho más cercana de la que hasta entonces había existido. Sinceramente, pienso que él lo estaba deseando y lo necesitaba, me alegro tanto de haber dado ese paso… porque mis actos de amor hacia él fueron totalmente correspondidos. Durante algún tiempo me pregunté cómo había podido guardar para mí todo eso si en realidad eran sentimientos que nos pertenecían a los dos, porque eran mis sentimientos hacia lo que él representaba para mí, generados por todo aquello que él me transmitía, y era totalmente justo y legítimo que él fuera conocedor de ese amor que había conseguido crear en mí.

Gracias a haber compartido todo esto con él, hoy siento paz y mucha tranquilidad. Tengo la sensación de haberlo dado todo por su bienestar, habiendo incluso aprendido sobre su patología, en el área de la cardiología, y el hecho de haber sido el interlocutor de la familia con los médicos a él le daba una tranquilidad inmensa y le hacía sentirse seguro y protegido, y a mí me daba la vida sentir esa tranquilidad suya gracias a ese efecto protector que yo le hacía sentir.

Buscamos una nueva forma de comunicarnos ya que vivíamos en distintas ciudades a una gran distancia. Aprovechando la implementación de la tecnología para ayudar en sus cuidados, podía conectarme a una cámara instalada en el salón de la casa. Eso hacía que pudiera sentirme más cerca de él y así se lo decía, para que él se sintiera igual, cerca de mí.

Llegó el momento de irse y pude despedirme de él cuando estaba bajo los efectos de la morfina y no sé qué pudo oír de todo lo que le dije, pero yo quise pensar que sí oyó todo. Me despedí como hijo y como amigo, y le agradecí todo lo que ha hecho por mí y por el resto de la familia.

Ahora quedan recuerdos muy bonitos, si bien es cierto que no le tengo físicamente. Precisamente por no tenerle físicamente y por querer que también en ese aspecto estuviera en mi vida, he creado una zona con la foto suya que más me gusta, parte de sus cenizas, una frase muy bonita que me escribió estando ya malito, y todo ello rodeado de un buda y algunos otros objetos que me transmiten mucha paz, como también él me la transmitía. También hay una fuente de agua y un jardín zen. Todo ello crea la que para mí es la zona más agradable de mi casa, y eso es lo que él conseguía, hacer que los momentos que pasaba con él fueran los más agradables. Sigo sintiéndole cerca y sigo teniendo algo físico que me traslada a aquellos momentos vividos con él.

Me gusta quedarme con lo mucho que disfrutó durante el tiempo que estuvo con nosotros, también eso me ayuda a llevarlo mejor.

No soy creyente, pero cuando él se marchó experimenté un cambio de creencias, no deseaba quedarme con la idea de su total inexistencia. Mi perspectiva era otra, y pensé que su energía se habría ido a algún lugar. Como persona científica que soy, eso me recordaba a lo que tantas veces me han enseñado desde pequeño: “la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma”. Pensar que el alma o la energía de mi padre sigue existiendo en algún lugar y que algún día, su alma y la mía se unirán para volver a experimentar lo que algún día ambas compartieron me hace sentir bien.

Hoy en día parece ser más fácil expresar la ira o malas palabras con los que te rodean que compartir con ellos lo mucho que les quieres o el afecto o aprecio que sientes hacia ellos. Mi experiencia con mi padre ha sido única, y desde ella animo a todas las personas a abrirse a los demás y compartir esos sentimientos tan bonitos que llevamos dentro. Yo no sería ni la mitad de lo feliz que soy actualmente si no hubiese exteriorizado y compartido con mi padre todo lo que sentía hacia él. Y es que eso que sentía era algo creado por los dos, y era de justicia que también él lo conociera, lo disfrutara y se lo llevara ahí donde sea que esté.

Papá, te quiero tanto, te he querido tanto, te querré siempre tanto…

La muerte es una vida vivida
La vida es una muerte que viene

Jorge Luis Borges

Artículo escrito por Arturo Escobar

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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