Cuéntate un cuento

//Cuéntate un cuento
diálogo interno

A diario, de forma inconsciente, mantenemos un diálogo interno sobre cómo vamos percibiendo las cosas. Entendemos por diálogo interno aquel que tenemos con nosotros mismos a raíz de ciertos planteamientos y reflexiones que llevamos a cabo ante determinadas situaciones.

En esta forma en que tendemos a analizar cada suceso entra en juego un aspecto muy importante que denominamos como estado de ánimo. Es decir, definimos cada uno de estos acontecimientos como buenos o malos según nuestro estado de ánimo así decida que lo valoremos, llevándonos incluso a percibir todo el día o incluso etapa de la misma manera.

A veces, no nos permitimos debatir si esta percepción que tenemos de las cosas se produce porque realmente lo hemos valorado y llegado a dicho juicio o nos hemos, simplemente, dejado llevar por las emociones que experimentamos en ese preciso momento.

Podríamos casi imaginarnos a las emociones tras nuestros propios ojos, señalándonos qué debemos mirar y qué no según la imagen que a cada una de ellas les convenga que veamos, sin dejarnos a veces percibir el paisaje entero.

Si me lo permitís, voy a contaros una historia que me pasó ayer y se me viene a la cabeza mientras hablo de esto:

Lo cierto es que no me había sonado la alarma aún y ya estaba despierta, así que lo primero que se me vino a la cabeza es “mal empezamos el día sin aprovechar todas las horas de sueño que tenía”. Me levanto pensando que por lo menos tendré más tiempo para disfrutar del desayuno y, conforme empiezo a hacer el café, empieza a sonar el ruido de una obra de las casas vecinas; me puse nerviosa por la situación y decidí bajar a desayunar para que se me pasara y mientras me dirigía al bar pensaba “encima voy a gastar dinero en desayunar porque la gente no sepa respetar horarios, esto deberían pagármelo ellos”. Al terminar el desayuno me monté en el coche y me puse en camino hasta el trabajo.

Para rematar la mañana, había un atasco interminable y mi enfado cada vez iba a más. Para pasar el rato tuve que llamar a mi hermana y hacer tiempo; al llegar al trabajo ya estaba bloqueada por la mañana que llevaba, apurada porque llegué casi media hora tarde y apenas conseguí concentrarme y rendir como otros días. Normalmente los jueves, al terminar la jornada, voy a un micro teatro con los compañeros, pero ayer no estaba de humor después de todo lo sucedido y decidí irme a casa y acostarme cuanto antes pensando “mañana será otro día”.

Y ahora, si me permitís de nuevo, voy a contaros otra historia muy curiosa que me sucedió ayer:

Aún me faltaba media hora para que sonara la alarma cuando ya estaba despierta, así que pensé “bueno, ¿por qué no aprovechar que ya estoy despierta para desayunar más tranquilamente?”. Me dispongo a hacer café y empieza a sonar las obras de un piso vecino así que, aprovechando que sigo teniendo tiempo, bajo a desayunar fuera que hace tiempo que no lo hago y lo cierto es que lo disfruto bastante, porque además el camarero es muy simpático y te alegra el día con esa energía.

Me monto en el coche para ir al trabajo y el atasco era considerable, pero pensé “bueno, es Madrid, en otra ciudad no habría atasco pero quizás tampoco podría ir a un micro teatro entre diario”. Además, aproveché para hablar con mi hermana que hace tiempo que nos tenemos descuidadas; y lo cierto es que el día en el trabajo no me cundió mucho pero al salir pensé “en casa solo le voy a dar más vueltas, así que me voy a despejar con los compañeros que mañana seguro que rindo más”.

Esto es sólo un pequeño ejemplo de la forma que tenemos de decirnos las cosas a nosotros mismos, dejando que las emociones que nos van surgiendo durante el día se vayan apoderando del resto de sucesos, impidiendo así que tengamos este libre diálogo interno que nos permita valorarlos racionalmente.

Existen cuatro tipos diferentes de diálogo interno que podrían actuar como detonantes de ansiedad o angustia:

Catastrófico: en este tipo tendemos a anticipar ciertos hechos sin tener prueba alguna de ello y a magnificarlos, con expresiones del tipo “todo lo que me pasa es una tragedia”

Autocrítico: en este caso la persona tiende a juzgar continuamente su comportamiento y a evaluarlo de una forma negativa, enfatizando sus defectos y limitaciones así como las virtudes de los demás. Expresiones típicas de este tipo de diálogo son tales como “no valgo para hacerlo” “no soy capaz”

Victimista: el diálogo de la persona es de tipo desesperanzado, no percibe avance alguno, se lamenta por la situación pero no intenta solventarlo. Lo vemos reflejado en expresiones como “nadie me entiende”

Autoexigente: propio de quienes tienden al perfeccionismo y les cuesta tolerar los errores, por lo que se encuentran en un estado continuo de agotamiento y estrés. Un ejemplo de expresiones autoexigentes serían “esto no era como yo esperaba” “no es suficiente”…

Por tanto, para lograr una mejora de nuestro diálogo interno es importante conocer y controlar este tipo de pensamientos erróneos que nos pueden llevar a generalizar una comunicación negativa con nosotros mismos que desemboque en ansiedad o angustia. Si logramos modificarlos, el resultado será no sólo un mayor éxito en los diferentes ámbitos vitales, sino que también lograremos incrementar nuestra propia autoestima y confiar más en nosotros mismos a la hora de afrontar las diferentes situaciones.

Artículo escrito por Cristina Caballero

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

No hay comentarios.

Puedes dejar un comentario

La dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está aceptando su uso Ver Política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies