Te echo de menos

//Te echo de menos

Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para poder diferenciarlas.

Reinhold Niebuhr

La muerte nos acompaña. Está presente en nuestras vidas. Desde que somos pequeñitos nos vamos enterando de acontecimientos tales como la profesora de matemáticas ha sufrido un accidente y ya no volverá, tu perro se ha ido a un mejor lugar o tu abuela está en un largo sueño y ya está descansando en paz. Cuando llegamos a la adolescencia, lo vivimos de otra manera, ya somos conscientes del papel de la muerte en la vida y socialmente ya no se nos puede ocultar. Además, empezamos a tener otras experiencias similares a las de un proceso de pérdida, como por ejemplo el paso del colegio al instituto, las primeras rupturas de pareja, un cambio de residencia, etc. Eventos algunos más llevaderos que otros pero que aun así no dejan de ser un cambio y suponen situaciones difíciles de manejar; Si nos centramos en el caso de una ruptura de pareja, la mayoría conocemos la gran carga emocional que conlleva dicho proceso. El haber vivido con una persona durante un tiempo específico una serie de sucesos nos hace formar parte de su vida y viceversa: ¿Y qué hacemos con el vínculo que teníamos? ¿Y con todos los recuerdos, tanto los buenos como los malos? ¿Dónde los guardamos? ¿Y si además no pudiéramos volver a verla o hablar con ella en el caso de que hubiese fallecido? Todas estas experiencias suponen procesos de duelo, en los cuales ha ocurrido una pérdida de algo importante para nosotros, ya sea un empleo, un ser querido, una relación, el estado de salud propio o de un allegado, etc. Estos se viven con gran aflicción y nos afectan tanto física como mentalmente; en este caso, nos vamos a centrar en el duelo por la muerte de un ser querido.

¿Qué es el duelo?

El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estás cansado, comer cuando tienes hambre y estornudar cuando te pica la nariz. Es la manera que tiene la naturaleza de curar un corazón roto.

Doug Manning

Lo primero de todo es saber que el duelo es una reacción normal y natural que todos tenemos para adaptarnos a las situaciones de pérdida. No es una enfermedad aunque lo podamos sentir de esta manera. El duelo afecta a todos los niveles de una persona: emocional, físico, cognitivo y conductual. Las sensaciones que solemos tener son las siguientes: sensación de ahogo, falta de ilusión, agotamiento, hipersomnia o insomnio, síntomas somáticos —nudo en la garganta, vacío en el estómago, opresión en el pecho—, debilidad muscular, falta de energía y de apetito, etc.

Según cómo se elabore el duelo en el tiempo, puede resolverse completamente o puede llegar a convertirse en un duelo patológico; éste se diferencia del normal por el gran deterioro que produce en la vida de la persona, siendo un proceso de mayor duración y manifestándose con síntomas físicos y psicológicos mucho más intensos y patológicos. Por este motivo, requiere de una terapia psicológica para su tratamiento: el psicólogo ayudará a la persona afectada a recorrer el camino del duelo informándole sobre los pasos a seguir, creando un espacio para hablar sobre la muerte, facilitando la expresión de sus emociones y ayudándole a situarse en un mundo sin el fallecido.

Qué es el duelo

¿Cómo manejar el duelo?

Sólo sanamos de un dolor cuando lo padecemos plenamente.

Marcel Proust

El duelo es un camino que tiene principio y fin. Como tal implica tiempo y paciencia, requiriendo que el doliente tome un papel activo en la puesta en marcha de todos sus recursos para sobreponerse y seguir adelante (Sanders).

El psicólogo J. William Worden describió en 1997 cuatro tareas que la persona afectada debe ir resolviendo para superar la pérdida. Éstas las irá afrontando y retomando a medida que avanza en el proceso; por eso mismo, no hay un duelo igual que otro porque cada uno lo hará a su manera. Las cuatro tareas son las siguientes:

Asumir la realidad de la pérdida: para resolver esta tarea entre otras cosas es necesario hablar sobre la muerte del fallecido, describir cómo ocurrió con todo detalle para que mentalmente se vaya asimilando. También el vivir la muerte de una forma tan cercana nos hace pensar en nuestra propia muerte, lo cual también deberemos asumir.

Elaborar las emociones relacionadas con el duelo: las emociones nos informan sobre nuestras propias necesidades. Éstas luchan por salir y manifestarse, con lo que nuestro papel es darles un espacio para atenderlas, identificarlas poniéndolas un nombre, expresarlas y darles un sentido. Las más habituales suelen ser: dolor —por la pérdida—, vacío —por el lugar que ocupaba esa persona para él/ella—, enfado—se puede pensar “¿Por qué me has dejado sólo?” o por la propia negación de su muerte— culpa —la idea de “podría haber hecho más” o “lo podría haber hecho de otra manera”— y ansiedad —por la idea de la propia muerte.

Aprender a vivir en un mundo donde el fallecido ya no está presente: ser consciente del rol y funciones que desempeñaba la persona fallecida y qué nuevas actividades ha implicado su muerte. De esta forma, el doliente en esta tarea asume nuevos roles y funciones. Poder abarcarlas y llevarlas a cabo le generará satisfacción y un mayor grado de autonomía.

Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo: esta tarea necesita que las anteriores se hayan resuelto completamente, sólo de esta forma podremos aceptar el pasado y centrarnos en el presente. Implica un momento en el que el doliente debe decidir si seguir en duelo o volver a ver la vida con ilusión; superarlo supone un proceso de crecimiento personal en el que la propia identidad, la visión del mundo y de sí mismo han sido replanteados y el vínculo con el fallecido reconstruido —otorgándole un lugar en nuestro interior que nos permite mirar hacia adelante.

¿Qué puedo hacer para ayudar a alguien que esté en duelo?

Muchas veces se nos presenta la ocasión de tener que dar el pésame a un amigo o conocido y no sabemos cómo hacerlo. En estos casos, lo mejor es decir: “No sé qué decirte, porque no creo que existan palabras que puedan aliviar tu dolor” o simplemente “Siento tu pérdida”. De esta forma, le estamos reconociendo su dolor, ayudando a aceptar la realidad de la pérdida y dando nuestro apoyo.

La sociedad occidental se caracteriza por la evitación del dolor. Por eso, temas como la muerte, ruptura o enfermedad suelen ser silenciados; sin embargo, ya hemos visto que la mejor forma de resolver el duelo es afrontándolo directamente. De esta forma, a la persona que está pasando por ello hay que ayudarla a sentir y liberar sus emociones, permitirla que nos hable de su dolor y sienta que estamos a su lado.

A continuación, te indicamos una serie de ideas erróneas que solemos tener acerca del duelo y pueden complicar su resolución:

“El tiempo lo cura todo”: esta idea convierte a la persona afectada en pasiva. El tiempo ayuda a tomar distancia y perspectiva acerca de la realidad de la muerte, pero es necesario saber que la persona forma parte activa de su proceso de cura.

“A él/ella no le gustaría que sufrieras”: esta idea genera culpabilidad en la persona afectada por sufrir la pérdida y estar en duelo, por lo que de esta forma le estaríamos echando más carga encima.

“No lo pienses que es peor”: es necesario que la persona tenga su tiempo de reflexión para asimilar la pérdida y poder integrarla en su vida.

“Tú lo que tienes que hacer es distraerte”: la distracción le evita sentir el dolor, bloqueando dicha emoción y complicando su liberación.

“Hay que ser fuerte”: sentir las emociones negativas no nos convierte en débiles, la fortaleza de cada persona está en su capacidad para afrontar las tareas para resolverlo.

“Si no lo superas, no dejas descansar al fallecido”: esta idea dificulta aceptar la pérdida debido a que el término descansar alude a un estado en el que el fallecido todavía sigue vivo.

“Los que estamos aquí necesitamos que estés bien”: esta petición lo que hace es que la persona afectada tenga que reprimir sus emociones para parecer que está bien teniendo que bloquear su duelo.

Si identificas alguna de estas ideas en ti no te preocupes, ahora que ya lo sabes podrás reflexionar sobre ella y cambiarla por otra que sea más funcional y adaptativa para que el proceso siga su curso de manera adecuada.

En conclusión…

Si tienes a una persona cercana en duelo o tu mismo te encuentras en un momento en el que has perdido a un ser querido y te está afectando en gran parte en tu vida, permítete sentir, pensar y hablar sobre ello, piensa en los recursos de que dispones para afrontarlo y que si se complica puede contar con la experiencia del psicólogo que te ayudará a recorrer tu camino.

Artículo escrito por Sonia Pérez

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

No hay comentarios.

Puedes dejar un comentario

La dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está aceptando su uso Ver Política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies