El paciente oncológico y los peligros del pensamiento positivo

//El paciente oncológico y los peligros del pensamiento positivo
los peligros del pensamiento positivo

Empecemos con un pequeño experimento: si accedemos a Google y buscamos
“pensamiento positivo”, nos aparecen unas 2.630.000 entradas. Sin embargo si realizamos la misma operación escribiendo “pensamiento negativo”, tan solo nos aparecen 583.000 resultados, de los cuales un gran porcentaje son consejos para tratar de reducirlos o transformarlos en sus antagónicos.

Todo lo anterior es un reflejo de nuestra sociedad, en la que estamos constantemente bajo la influencia de mensajes positivos. Desde que nos levantamos todo está envuelto en frases como “procura despertar cada mañana con la idea de que algo maravilloso está a punto de suceder” pero, ¿qué pasa si no ocurre nada espectacular o maravilloso ese día? Otra de las frases que podemos encontrar es “hoy es un buen día para sonreír”, ¿y si no me apetece sonreír ese día? ¿y si ese día me diagnostican alguna enfermedad? ¿y si ese día tengo una sesión más de quimioterapia? Nos encontramos en una sociedad que no permite el fracaso, ni siquiera permite la enfermedad por el parón que supone a nuestra cotidianeidad.

Toda pérdida es un duelo, por tanto la pérdida de salud y de nuestro ritmo de vida a raíz de una enfermedad como es el cáncer también se puede considerar como tal. Si nos basamos en esa premisa, como todo duelo y con el objetivo de que no se patologice, se debe pasar por todas sus fases, incluso por aquellas que susciten sentimientos considerados como negativos; debemos pasar por días en los que nos levantemos una mañana y no queramos sonreír o que no esperemos algo maravilloso ese día.

pensamiento positivo

Tanto es así que la American Cancer Society propone que en el transcurso de la enfermedad sentimientos como la rabia, la depresión, la ansiedad, la tristeza, el miedo o la culpabilidad se consideran normales. El problema viene cuando el paciente no se permite tenerlos por la presión externa de la sociedad que le recuerda lo positivo que se debe encontrar en todo momento. Además, tal y como se indica desde esta institución, esta represión deriva en sentimientos de soledad, al no sentirse comprendido, y más aún, en sentimientos de culpabilidad o de castigo por levantarse una mañana y no ver a través de esa óptica. En cierto modo se delega la responsabilidad del transcurso de una enfermedad en los pacientes cuando su etiología nada tiene que ver con eso.

Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suizo-estadounidense, estableció en su libro Sobre la muerte y los moribundos (1969) cinco etapas de duelo que se pueden aplicar tanto para una pérdida como para un diagnóstico de enfermedad, si bien cabe destacar que no siempre se producen en este orden ni duran lo mismo para todas las personas. Estas etapas se dividen en:

Negación → “Esto no me está pasando”. Se usa la negación de la realidad como mecanismo de defensa ante un fuerte impacto emocional.

Ira → ”¿Por qué a mí? Es injusto”. Cuando se empieza a asumir el golpe, se expresa a través de la ira, ya sea hacia objetos o hacia el círculo social más cercano. El paciente en ocasiones es consciente de que no es racional, sin embargo la emoción domina, lo que genera mayores sentimientos de culpa y por consiguiente mayor enfado.

Pacto o negociación → “¿Y si hubiera… habría pasado esto?”. Se produce por la necesidad de volver a tener el control de una situación. También se puede dar una negociación con Dios o un ser superior: “si me curo, rezaré cada día”.

Depresión → “¿Por qué seguir?”. En esta fase se empieza a tener un mayor grado de conciencia acerca lo que está ocurriendo. Surgen fuertes sentimientos de tristeza, miedo o incertidumbre, que en ocasiones dan lugar a aislamiento; al paciente le apetece estar solo o bien más callado en situaciones sociales.

Aceptación → “Está pasando y tenemos que prepararnos para lo que viene”. En esta etapa final el paciente hace las paces consigo mismo, aprende a convivir con esa pérdida, la acepta y, a pesar de que puede que siga doliendo, se permite sentir ese dolor y lo gestiona de una manera más funcional que en las fases anteriores.

Tras el desglose de estas etapas, ¿qué sentido tiene tratar de empezar por la última?¿quizás intentar hacer esto provoca que consigamos justamente lo contrario, no superar —o no llegar nunca a sobrellevar— la enfermedad? Se ha demostrado que una actitud positiva no sirve de cura para un cáncer, quizás su bienestar emocional y mental mejore, pero desde luego lo contrario no le mata, por lo tanto permitámonos estar decaídos alguna vez, permitámonos llorar, dejemos que tanto los cuidadores como los pacientes experimenten esos llamados sentimientos negativos.

Barbara Ehrenreich, ensayista estadounidense, se hace eco de esto en su obra Sonríe o muereLa trampa del pensamiento positivo. Diagnosticada de cáncer de mama hace 10 años, se dio cuenta de que la expresión “no estoy bien” no era posible, que cuando sentía enfado, miedo o pesimismo no encontraba un lugar donde expresarlo. Cuenta que todo lo que la rodeaba tras el diagnóstico eran lazos rosas, asociaciones, grupos de apoyo, páginas web y revistas mensuales que simplemente transmitían el mismo mensaje: “ánimo”, cuando lo que necesitaba en ese momento era otra persona que le dijese: “esto es horrible”.

¿Cuántas personas podrían sentirse así? Pensemos un segundo en nuestro estado cuando perdemos a un ser querido, y ahora imaginemos que nos imponen secarnos las lágrimas y salir cada día con una sonrisa de oreja a oreja, y que si no lo haces parece que estás fallando a tu familia, tus amigos o incluso a la enfermera que cada día te acompaña en la lucha. Debemos permitirnos sentir más en esta sociedad en la que vivimos, y sobretodo debemos reconciliarnos con sentimientos como la tristeza, la frustración, el enfado, la decepción… Ojalá algún día podamos ser capaces de contestar “no estoy bien” un “¿qué tal?”.

Artículo escrito por Eduardo Segura

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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