Y si Dios quiere yo también

//Y si Dios quiere yo también
creencias y pensamientos

Alguna vez has tenido dudas existenciales del tipo: ¿Me saldrá bien la entrevista de trabajo? ¿Me admitirán en aquel sitio para estudiar lo que quiero? ¿Conseguiré aprobar ese examen tan importante? Muchas veces las respuestas de las personas que nos rodean (familiares, amigos, compañeros…) o incluso de nosotros mismos son del tipo:

Lo conseguirás “Si Dios quiere”… vale, pero ¿y si Dios no quiere? ¿Por qué Dios no va a querer? ¿Le hemos hecho algo? O simplemente ¿no le venía bien en ese momento por la demanda de peticiones de todos nosotros?

“Si ha de estar para ti estará”, y si no pues no” (¡¡toma ya!! lógica aplastante).

Además lo bueno que tienen este tipo de ideas o creencias es que prácticamente para cada situación hay una respuesta:

Me quería cambiar de trabajo y al final me quedo: Pero no importa porque “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.

Últimamente sólo me suceden desgracias, y alguien que te quiere mucho te dice “Dios aprieta pero no ahoga”.

Si te vas a casar una buena amiga te aconseja “Antes que te cases mira lo que haces”. Esta frase puede traer más de una ruptura a pocos días de la boda; si tenías dudas ahora tendrás más, y si no es el momento de que te las empieces a plantear.

Discutes mucho con tu pareja y una buena amiga te dice: “Quien bien te quiere te hará llorar”. ¿Eso qué quiere decir? ¿Qué cuanto más te haga sufrir una persona más te quiere? Si me quieres mucho hazme reír y por lo menos me lo pasaré bien.

¿Cómo adquirimos este tipo de ideas?

Es interesante conocer que son adquiridas fundamentalmente de dos maneras: de forma externa, a partir de la interiorización de las creencias de la gente que nos rodea y por imitación de la conducta de esas personas (como puede ser el seguimiento de un líder). O bien de forma interna, cuando se construyen a través de nuestro propio pensamiento, convicción y propia experiencia.

Muchas de ellas las aprendemos sin ni siquiera darnos cuenta en nuestra infancia, asimilando elementos del entorno que nos rodea (familiares, amigos, escuela, televisión…). Desde temprana edad interiorizamos creencias y valores que no contrastamos con la realidad porque todavía no tenemos capacidad ni experiencia para ello.

Pero a medida que vamos creciendo y madurando nos vamos dado cuenta que las cosas no ocurren como nosotros habíamos pensado. Y así comprobamos, por ejemplo, que un prejuicio no siempre se cumple (rompiendo nuestra idea dogmática). Muchas veces nos preocupamos por cómo sucederán las cosas que queremos conseguir, pero ¿tenemos capacidad para predecir el futuro? ¿Sabemos cómo acontecerá exactamente una situación que hemos repasado mentalmente una y otra vez? Seguramente surgirán imprevistos con los que “no contábamos”.

¿Podemos cambiar nuestras creencias?

Hemos visto de qué manera adquirimos y se forman nuestros pensamientos, pero lo realmente importante es cómo trabajamos con ellos. Es decir, todo nuestro sistema de ideas, creencias, valores… desarrollados durante años de aprendizaje no son una norma inamovible y certera; a partir de nuestras experiencias comprobaremos que no siempre se cumple. Debemos tener en cuenta que las cosas no son polares (sí o no).

No nos favorece el llevar al extremo generalizando como un todo un hecho en concreto (por ejemplo: “Si hago esto mal, soy un inútil”, habrá cosas que hagas bien y cosas que hagas mal). Porque este tipo de perspectiva lineal y opaca nos impide ver otra vía o camino en nuestra manera de interpretar lo sucedido, y sí que la hay.

Nosotros mismos tenemos que ir dándonos cuenta de en qué momento caemos en este tipo de razonamientos que sí son eficaces pero no son efectivos. Esto nos ayudará a que cuando se nos presente una situación que no sepamos resolver o hayan surgido unas consecuencias las cuales no esperábamos, o no deseábamos, intentemos darle un significado menos catastrófico. Porque seguramente esa tampoco sea la realidad.

Cada uno de nosotros controlamos las cosas que nos suceden; cómo las canalizamos y el desenlace final que queramos darle depende única y exclusivamente de nuestro sistema de atribuciones y el significado otorgado. Las cosas son importantes o no dependiendo el valor que cada uno le confiera y lo que esto signifique para cada persona.

Ante la idea de que nosotros no podemos hacer nada acerca de lo que nos ocurre, sí que podemos hacer y mucho. Es cuestión de ser conscientes de nuestra valoración, y trabajar en ello.

Podemos cambiar nuestras creencias

Lenguaje y pensamiento

En mi opinión son dos elementos independientes pero que pueden trabajar de manera unida. Por un lado nuestro lenguaje nos va a permitir expresarnos y entendernos con mayor claridad con los demás y con nosotros mismos. Y a su vez nuestro pensamiento puede hacer que cambiemos de argumentos a la hora de comunicarnos.

Pero ¿qué ocurre cuando aparece en nuestra mente un pensamiento que no nos agrada por las connotaciones que para nosotros conlleva? Lo que sucede es que nos desestabiliza emocionalmente porque no sabemos cómo encajarlo y no entendemos por qué ha aparecido. Por tanto, en vez de dejarnos vencer por él debemos impedirle campar a sus anchas por nuestra mente, fortaleciéndose, ya que se juntará con otros pensamientos de su mismo tipo y nos acabará provocando el malestar al que nos tiene acostumbrados.

¿Y qué podemos hacer? Utilizar como herramienta combativa el lenguaje (mediante un diálogo interno) para que nos ayude a quitarle importancia o a cambiarle de significado en cuanto se nos presente.

Uno de los recursos que tenemos a nuestro alcance es poner en práctica el sentido del humor, para ello intentemos dar un giro a una idea o creencia preestablecida. Es decir trabajando nuestro pensamiento, conseguiremos ver con distancia las situaciones y/o cogniciones que nos incomodan.

Aquí van algunos ejemplos:

“A quien madruga, todo el día tiene sueño”

“Si piensas que puedes… o no puedes…, siempre tienes razón”

“A mal tiempo… ¡Abrígate bien!”

“No soy un completo inútil… por lo menos sirvo de mal ejemplo”

“Me gusta que hablen de mí, aunque sea bien”

“Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas… Tire y Empuje”

“El sentido común es el menos común de los sentidos”

“El que se ríe el último, piensa más lento”

“Dios los cría y el viento los amontona”

¡¡Inténtalo!! ¡¡¡Aunque no lo parezca sí que ayuda!!! Bien pueden ser frases inventadas o que las hayas leído en algún sitio, te permitirá extrapolarlas a diferentes situaciones utilizándolas como recurso cognitivo para relativizar lo sucedido.

Artículo escrito por Lorena Sánchez

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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