Pero… ¿realmente podemos cambiar?

//Pero… ¿realmente podemos cambiar?
Pero… ¿realmente podemos cambiar?

Esta es una gran cuestión ampliamente debatida.

Las investigaciones revelan que la estructura de la personalidad es estable en el tiempo y consistente a lo largo de las distintas situaciones que vivimos.

Esta consistencia y estabilidad son aspectos clave para un funcionamiento adaptativo, son necesarios para nuestra supervivencia porque nos permiten ser confiables en el entorno social y, al mismo tiempo, predecir la conducta de los demás.

Entonces, ¿es posible el cambio? Si los rasgos de personalidad se mantienen estables y son consistentes, si los atributos propios de cada persona no se modifican, ¿cómo es posible cambiar? ¿qué utilidad tiene esforzarnos tratando de cambiar algo que no puede ser modificado?

Autores como Avia (1998) nos hablan de la permanencia de los atributos de la personalidad a lo largo del ciclo vital, mientras que Larsen y Buss (2005) afirman que los rasgos psicológicos y mecanismos de afrontamiento, una vez consolidados, son estables y consistentes, e influyen en las interacciones y adaptaciones al ambiente intrapsíquico, físico y social, de manera que organizan la conducta, las percepciones, actitudes y decisiones que tomamos en nuestras vidas.

Sin embargo, esto no significa que no pueda haber maduración y crecimiento personal: significa que la maduración no necesariamente se traduce en un cambio cualitativo en nuestra estructura de personalidad, sino que hay aprendizaje y adaptación a pesar de la personalidad característica de cada uno.

Sí hay posibilidad de cambio, sí podemos ajustarnos a la realidad que se nos presenta con mayor sabiduría y utilizar nuestros recursos y potencialidades, sí hay apertura al desarrollo y realización como personas. Tiene lugar a través de la toma de conciencia y el deseo de cambiar para crecer, en lugar
de ir repitiendo una y otra vez lo mismo. Es necesario darse cuenta y tener el coraje de dar un paso más, una vuelta más, una pequeña nueva conquista que implica un gran avance en nuestro proceso de crecimiento como personas.

La libertad reside en la voluntad, no es algo que nos viene dado, la verdadera libertad es una conquista interna. Los grandes cambios se hacen de dentro hacia afuera, no al revés.

Nosotros decidimos si dejamos transcurrir el tiempo y las experiencias o si crecemos con ellas. Madurar es modularnos y gestionarnos, tener posturas flexibles y tolerantes, y hacer una lectura ajustada de nuestras circunstancias y experiencias.

Cuando dudamos y nos preguntamos si es posible el cambio, ¿qué nos estamos preguntando realmente? ¿Dudamos de que sea posible cambiar? O realmente estamos dudando porque cambiar implica trabajo personal, movilizar recursos, aceptar los retos, poner interés y esfuerzo, con sus dosis correspondientes de ansiedad e incertidumbre.

En definitiva, significa optar por hacernos responsables, y por tanto libres, de hacernos cargo de nuestra vida.

Sí, si… ¡de nuestra vida! Tal cual se presenta y sin tratar de transformarla para que desaparezca lo difícil, incómodo, o eso que nos molestó o vimos injusto.

Aceptándola, sin más, aceptándola con los ojos bien abiertos para poder hacer una lectura ajustada e inteligente, y aprender de la oportunidad que se nos presenta por delante.

¡Claro que podemos cambiar! La duda está en si nos atrevemos.

La vida nos ofrece oportunidades constantemente, a veces disfrazadas de conflicto, dificultad, o de experiencias desafortunadas. En cualquier caso, el secreto siempre está en la respuesta que damos, en cómo decidimos mirar eso que sucede, qué me trae a mí, qué oportunidad me brinda, qué me invita a trabajar.

No importa a través de quien venga o cuáles sean las circunstancias concretas, lo que importa es la lectura que hacemos y la respuesta consciente que decidimos dar. Es decir, si nos atrevemos a VER y aprender, o si nos abandonamos al enfado, la rabia, desesperanza, o quizás claudicamos y dejamos pasar la vida pasivamente sin vivir las experiencias por las que transitamos durante nuestra existencia.

Me preguntas ¿para qué? Para vivir mejor, de forma un poco más auténtica y centrada, con un poco más libertad para ser quien decidimos ser, de forma autónoma y responsable. Para que nuestra vida tenga sentido y significado, para vivir de acuerdo a nuestros valores, para acercarnos a nuestro propósito vital y construir una sana autoestima forjada conscientemente.

Para alcanzar bienestar eudaimónico, aquel que está basado en la autorrealización y desarrollo del potencial individual, que experimentamos cuando nos atrevemos a vivir de acuerdo a nuestro verdadero self y actuamos de forma congruente con nuestros valores.

Sentimos armonía, autoaceptación, validación personal, capacidad de ser agentes de nuestra vida, y todo esto reporta bienestar y felicidad duradera y profunda.

El bienestar hedónico es más simple, pero tiene un alcance muy limitado y se experimenta de forma puntual, rápidamente se desvanece. Se centra en la felicidad entendida como logro de placer y evitación del dolor. Así, las personas felices son aquellas que se sienten satisfechas con su vida, experimentan gran cantidad de emociones denominadas positivas y sienten muy pocas emociones negativas.

La perspectiva eudaimónica se asienta en una premisa importante: la felicidad parte de dentro y se proyecta hacia afuera, en lugar de ir de fuera hacia adentro como hace la hedónica (Ryff, 1989).
¡Cuidado! No hablamos de la ilusión de un mundo maravilloso ni de impostarse haciendo ver que todo marcha fantásticamente bien. ¡NO! Las cosas no siempre van como queremos, muchas veces no se adaptan a nosotros y otras veces no son justas.

Bienvenidos a la vida tal y como se presenta… con las alegrías y los buenos momentos compartidos, con esos amigos de siempre con los que podemos ser y estar de forma auténtica, sin mascaras sociales. También son bienvenidos los retos de todo tipo en el momento en que aparezcan, sin disfrazarlos, atravesándolos tal cual, experimentando las emociones que nos gustan y las que no nos gustan tanto, aceptando la vida tal y como es.

En la vida ni se gana ni se pierde, ni se fracasa ni se triunfa. En la vida se aprende, se crece, se descubre; se escribe, borra y reescribe; se hila, se deshila y se vuelve a hilar

Ana Cecilia Blum

Referencias bibliográficas

Avia, M. D. y Sánchez, M. L. (1995). Personalidad: aspectos cognitivos y sociales. Madrid: Pirámide.

Bermúdez, J,. Pérez, A. M. y Sanjuán, P. (2006). Psicología de la personalidad: teoría e investigación (volumen 2). Madrid: UNED.

Larsen, R. J & Buss, D. (2005). Psicología de la personalidad. Dominios del conocimiento sobre la naturaleza humana. México: McGraw-Hill.

McClelland, D. (1989). Estudio de la motivación humana. Madrid: Narcea.

Moreno, B. (2007). Psicología de la personalidad: Procesos. Madrid: Thompson.

Mosterín, J. (2006). La naturaleza humana. Madrid: Espasa.

Pelechano, V. (2000). Psicología sistemática de la personalidad. Barcelona: Ariel.

Ríos, J. A. (2009). Personalidad, madurez humana y contexto familiar. Madrid: CSS.

Ríos, J. A. (2005). Los ciclos vitales de la familia y la pareja. ¿Crisis u oportunidades?. Madrid: CCS.

Artículo escrito por Luna González

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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