El proceso de envejecimiento está constituido por una secuencia gradual de cambios morfo-funcionales que aparecen como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos. De esta manera, el envejecimiento nos abre las puertas de la vejez, entendida como una etapa más del ciclo vital, determinada por diferentes criterios como sociales (jubilación) o biológicos (acumulación de dolencias y enfermedades).
Debido al incremento de la esperanza de vida, se diferencian dos tipos de edad en la vejez: la primera de ellas denominada tercera edad corresponde a las personas entre 65 y 80 años de edad, recién jubilados y con una visión positiva del envejecimiento. Con posterioridad a esta etapa hablaríamos de una cuarta edad, a partir de los 80 años, donde se dan disminuciones de la capacidad funcional y de la salud en general, pudiendo aparecer patologías graves.
A su vez, dentro del envejecimiento cabe distinguir entre edad cronológica (determinada por la fecha de nacimiento) y edad funcional, formada por la edad biológica o grado de envejecimiento, la edad psicológica o rasgos psicológicos de cada grupo de edad, y la edad social o rol de la persona mayor en la sociedad.
El Envejecimiento Activo es el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación, seguridad y aprendizaje, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen (OMS, 2001). El término envejecimiento activo fue adoptado por la OMS a finales del siglo XX, con la intención de transmitir un mensaje más completo que el de envejecimiento saludable, reconociendo los factores y ámbitos que influyen en la forma de envejecer de los individuos y poblaciones, además de la mera atención sanitaria.
El objetivo principal del envejecimiento activo es incrementar la calidad de vida de las personas mayores y fomentar la vejez con éxito, aquella donde no existen patologías discapacitantes, donde hay baja probabilidad de enfermedad, y prima un alto funcionamiento físico, cognitivo y social promocionando trayectorias positivas de envejecimiento (Rowe y Khan, 1997).
A nivel cognitivo, se interviene en la prevención del deterioro promoviendo la capacidad de reserva: aquella capacidad del cerebro pata tolerar cierto grado de patología antes de que se produzca una manifestación clínica. Ello influenciado por los factores explicativos tanto no modificables (edad y consecuencias asociadas) como modificables (estilo de vida y variables externas). El funcionamiento intelectual se altera a partir de los 70 años, provocando grandes diferencias individuales, disminuyendo entre otros la capacidad de organizar e integrar información (Rabbit, 1999). A su vez, se ven afectados los procesos de codificación y recuperación de memoria, por lo que se promueve las técnicas de estimulación de memoria.
Los factores psicológicos que se trabajan en el Envejecimiento Activo son aquellos que están influenciados por la personalidad, la regulación emocional y los estilos de afrontamiento que generan un determinado grado de bienestar. Pese al mayor número de pérdidas y amenazas características de la vejez, los niveles de bienestar y satisfacción con la vida de las personas mayores se mantienen a niveles semejantes a los de los más jóvenes. Sucede porque se ponen en marcha recursos y estrategias de afrontamiento adquiridas con la experiencia, que facilitan la adaptación a las pérdidas bio-psico-sociales en la vejez.
Desde el Envejecimiento Activo se sigue el Modelo de Bienestar de Carol Ryff, promoviendo los siete pilares fundamentales del Bienestar Eudaimonico, trabajando las relaciones positivas con otros (relaciones estables y confiables), la autoaceptación (Sentirse bien consigo mismo, es decir, actitudes positivas hacia uno mismo), la autonomía o capacidad para mantener sus convicciones, independencia y autoridad personal, el propósito u objetivos vitales que permiten dar sentido a la vida, el crecimiento personal (empeño por desarrollar las potencialidades y seguir creciendo como persona) y el dominio del entorno (habilidad personal para elegir o crear entornos favorables para satisfacer los deseos y necesidades propias).
Este modelo de envejecimiento expresa la idea de la participación de las personas en las cuestiones sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas, sin centrarse sólo en la capacidad para estar física o laboralmente activo. Diversas investigaciones han demostrado que la persona mayor disfruta no sólo de satisfactorios apoyos familiares sino también sociales (Jauregi 2001; Gracia y Herrero, 2004). Establece por tanto un nuevo modelo de sociedad, en el que las personas han de tener la oportunidad de envejecer siendo protagonistas de su vida; en un quehacer pro-activo y no como meras receptoras de productos, servicios o cuidados.
La participación aporta a la persona calidad de vida tanto en aportes materiales como en apoyo afectivo, siendo este último de gran importancia, sobre todo para la persona mayor. Sin embargo, este apoyo no implica que sea constante, ya que fluctúa a lo largo del tiempo (Hogan y Eggebeen, 1995). Está participación le corresponde de la red social, es decir, toda la red de personas que nos brindan apoyo emocional o sentimental, la actividad social o comportamientos que realizamos con otras personas, y el apoyo social o conjunto de relaciones sociales estables que proporcionan soporte físico y psicológico.
La finalidad del Envejecimiento Activo vendría a ser mejorar la calidad de vida de la persona que envejece, por ello se trabaja para lograr un rol activo de los mayores en nuestra sociedad, rompiendo los prejuicios del Edadismo o la visión peyorativa que se tiene hacia estas personas mayores basándose únicamente en su edad cronológica, ya que generalmente son consideradas como personas dependientes y en situación de aislamiento social.
Estos estereotipos negativos son los causantes de los prejuicios y la discriminación hacia las personas mayores por el hecho de tener una edad (Palmore, 1990), y lo peor de todo es que estas falsas creencias que socialmente imperan sobre la vejez, no solo influyen en el modo en que son tratadas, sino también en el modo en que los propios mayores se acaban comportando, porque al final, acaban justificando la existencia de tales visiones (Izal y Montorio, 1999).
Referencias
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Cartensen, (1993). Teoría de la Selectividad Socio-emocional
Cumming & Henry (1961). Teoría de la Desvinculación
C.D. Ryff. (1989)Happiness is everything, or is it? Explorations of the meaning of psychological well-being. J Pers Soc Psychol, 57, pp. 1069-1081
Fernandez-Ballesteros (2000). Gerontologia Social. Ed. Piramide
Gracia, E y Herrero, J (2004). Determinants of social integration in the community: An exploratory analysis of personal, interpersonal, and situational variables. Journal of Community and Applied Social Psychology,14, 1-15
Havirguhurst (1963). Teoría de la Actividad
Hogan, D. P. y Eggebeen, D. J. (1995). Sources of emergency help and routine assistance in old age. Social Forces, 73, 917-936.
Izal, M y Montoro, I. (1999). Gerontologia conductual. Bases para la intervención y ámbitos de aplicación. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 38(1), 34-45.
Jauregi AL (2001). Spain. En I Philp (Ed), Family care of older people in Europe. Biomedical and health research. Amsterdam: IOS Press.
Organización Mundial de la Salud. (2001). Envejecimiento activo
Organización Mundial de la Salud (2015). Factores determinantes del envejecimiento
Palmore, E. (1990). Ageism: Negative and positive. New York: Springer.
Rabbit, P. (1999) «Geriatric Medicine and Gerontology» Fifth edition, by Tallis, Churchill Livingstone, Edimburgh, London, 123-151
Rowe, J.W y Khan, R.L. Human aging: Usual and successful. Science., 237 (1997), pp.143-149
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