¿Ser introvertido puede protegerte del COVID-19?

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Ser introvertido puede protegerte del COVID-19

Puede que lo primero que hayas pensado al leer el título sea que ya hay otra persona buscando visitas en internet o que es otra locura como inyectarse lejía, o, quizás, preguntarte cómo es posible que una persona introvertida pueda tener más éxito en algo que otra que sea extrovertida. Pues, aunque pueda chocarte al principio, te animo a que leas mi reflexión acerca del tema.

Para comenzar, vamos a aclarar a qué nos referimos con que una persona es introvertida, porque aún a día de hoy nos podemos encontrar a mucha gente que utiliza la palabra erróneamente.

La introversión consiste en un rasgo de la personalidad que predispone a una persona a actuar, pensar y sentir de una forma predeterminada. Las personas introvertidas son aquellas que tienen tendencia a ser tranquilas, reservadas e introspectivas. Les gusta el orden y la planificación, siendo personas prudentes y cuidadosas. Prefieren estar en grupos reducidos —de 2 ó 3 personas— y que haya distancia física, a no ser que la persona con la que se encuentrne sea alguien muy cercano y de su confianza. Sin embargo, en reuniones con mucha gente pueden desgastarse mucho, ya que se sienten más cómodos en la intimidad, donde las situaciones son sencillas y controladas, que en situaciones de mucho contacto físico, espontáneas e impredecibles. Además serían personas que se sienten cómodas cuando están solas, aprovechando para realizar actividades que les puedan generar bienestar como leer, jugar a videojuegos, escuchar música o, simplemente, disfrutar de un rato de silencio.

Es importante no confundir con las personas tímidas, donde la principal diferencia se encontraría en que éstas tendrían miedo o temor a situaciones donde concurren muchas personas. La persona introvertida puede hacerlo sin manifestar temor o ansiedad, pero se encuentra incómoda y prefiere limitar esas relaciones con grandes grupos. Esto no quiere decir que introversión y timidez sean incompatibles, pero es necesario puntualizar la diferencia.

En el otro polo se encontraría la extroversión que, por el contrario, caracteriza a aquellas personas que se sienten cómodas estando en grupos con mucha gente, donde hay mayor número de contactos y suelen buscar el contacto físico, pero sin embargo se encuentran incómodas en la soledad prefiriendo hacer actividades en grupo. Los extrovertidos tienen gran facilidad para conocer gente nueva ya que tienden a ser más divertidos, espontáneos, impulsivos, alegres y despreocupados. También pueden resultar muy impacientes y tener problemas para regular sus propias emociones si no es a través del contacto social.

Una de las diferencias, por ejemplo, sería que a las personas extrovertidas les puede generar agobio no tener un plan o varios con gente en el fin de semana, ya que no toleran tanto la soledad. Mientras que a las introvertidas les puede abrumar que haya muchos planes y disfrutan mucho más de los momentos de intimidad con pocas personas de confianza o actividades en solitario, ya que les ayudan a regularse y cargar energía.

Además, cabe añadir que en nuestra cultura occidental se tiende a considerar a las personas extrovertidas como personas exitosas en áreas como la profesional o la personal, dada su facilidad para relacionarse con gente de todo tipo, su espontaneidad y apertura a nuevas experiencias, las cuales son carácterísticas que actualmente se valoran muy positivamente. En contraparte a las personas introvertidas, quienes no cumplen estos criterios subjetivos, se les deja en una posición que no es tan reconocida o valorada por la sociedad al tender precisamente a lo contrario. Es decir, hay una valoración muy positiva del ser extrovertido frente a la valoración negativa de ser introvertido, llegando a considerar que ser extrovertido es mejor que introvertido.

Sin embargo, cualquiera de los dos polos tiene sus virtudes y sus defectos y, a través de esta reflexión, se pretende dar un punto de vista en el que no sólo existen virtudes en las personas introvertidas sino que pueden ser más adaptativas en este momento histórico concreto. También es necesario remarcar que hablamos de dos polos pero no son únicos; hay una amplia variedad de grises entre ambos conceptos que tampoco debemos olvidar, ya que habrá personas más o menos introvertidas y extrovertidas.

En el último año, nuestra sociedad ha sufrido una situacion de pandemia  que ha condicionado nuestro día a día como especie: lavado de manos, mascarilla, distancia social y reuniones reducidas… son algunas de las medidas de prevención que venimos escuchando un día tras otro en los medios de comunicación para poder hacer frente a esta situación. ¡Vaya! parece que aspectos como el tener menos contacto físico o reuniones con menos gente entra dentro de las preferencias de las personas introvertidas, ayudando así a que la posibilidad de contagio, y posterior propagación, sea menor.

Seguramente hayas visto en las noticias a entrevistados diciendo “Si es que hay que vivir” o “El ser humano es un ser social y necesita estar en contacto con otras personas”, y efectivamente el contacto social es una de las necesidades que tenemos como especie, pero después de conocer las diferencias entre un polo y otro es esperable que una persona introvertida realice menos conductas de riesgo para que se propague el virus que otra extrovertida.

Un ejemplo prototípico sería el tipo de plan con amigos. Es esperable que las personas extrovertidas se reúnan con mayor frecuencia en terrazas, bares, discotecas o casas y, a mayor número de personas y el mismo espacio, más facilmente podrán contagiarse en caso de haber un positivo en el grupo. Por su parte, las personas introvertidas al preferir la intimidad o la soledad, es esperable que reduzcan la frecuencia con la que quedarán con otras personas. Además, al preferir la intimidad tenderán a limitar el número de contactos con los que ser contagiado o contagiar.

Además, podemos añadir que al ser mucho más planificadores, pensarán muy bien qué hacer, priorizando situaciones donde no se den sobresaltos o sorpresas, controlando más la posibilidad de ponerse en riesgo. Sin embargo, si un extrovertido se deja llevar por sus necesidades de contacto o espontaneidad, puede llevarle a sitios muy concurridos, a tener más descuidos con respecto a las medidas de prevención y en definitiva, a exponerse más al virus o expandirlo.

Otro detalle es que las personas introvertidas, al sentirse cómodas llamando menos la atención, tenderán a usar tonos de voz más bajos. Este detalle es importante: se ha visto que cuanto más alto se hable, más volumen de aerosoles expulsamos.

Incluso en los momentos de confinamiento, donde nos hemos visto obligados a pasar mucho más tiempo en soledad, las personas más extrovertidas son las que peor han pasado por este evento. No están tan acostumbradas ni se sienten cómodas estando en solitario, mientras que las introvertidas no han sentido ese impacto al poder seguir haciendo las actividades que ya hacían antes. Esto no quiere decir que no se haya podido pasar mal estando confinados: ser introvertido no es sinónimo de no querer contacto social o no necesitarlo, pero sí se es menos dependiente de él.

Para finalizar, es importante remarcar que esto no quiere decir que ser introvertido implique tener una especie de barrera protectora mejor que cualquier mascarilla, o que no podamos contagiar el virús, como si fuera la solución a la pandemia. Lo que se pretende es reflexionar acerca de que la forma de ser y actuar de las personas introvertidas les lleva a comportarse de modo más adaptativo, como especie, en este momento de la historia. También es necesario dejar claro que ser extrovertido tampoco significa ser un demonio que va expandiendo la pandemia a diestro y siniestro, sólo reflejar que presentan mayor predisposición a realizar estas conductas que, en este contexto concreto, pueden resultar desadaptativas. De hecho, aquellas personas extrovertidas que hayan cumplido a rajatabla las precauciones habrán hecho un enorme esfuerzo por controlar sus impulsos, y eso es algo que también se debería valorar.

Bibliografía

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Eysenck, H. J. & Eysenck, S. B. G. (1987). Cuestionario de Personalidad EPI. Madrid: TEA Ediciones.

Goldberg. L.R. (1990). An alternative «description od personality»: The Big Five factor structure. fournal of Personality and Social Psychology, 59, 1216-1229.

Pueyo, A. A. (1997). Manual de Psicología Diferencial. Madrid: Mc Graw Hill.

Artículo escrito por Manuel Ruíz

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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