La situación de pandemia a la que nos enfrentamos a nivel mundial, desde que se detectó el primer caso de COVID-19 en el mes de Diciembre de 2019, ha significado un antes y un después en el proceso de socialización humana. El distanciamiento físico o, como se denomina comúnmente, distanciamiento social ha pasado a formar parte de nuestras vidas, y aunque es uno de los puntos clave a la hora de frenar la propagación del virus, son muchas las consecuencias a nivel psicológico que puede presentar esta nueva necesidad de modificar nuestro patrón de comportamiento social.
El hecho de confinarnos en nuestros hogares durante meses y el deber de reducir el contacto físico en su mínima expresión ha generado en la población diferentes reacciones que oscilan entre la sensación de miedo, el negacionismo y la invulnerabilidad. Este espectro de respuestas ante la nueva normalidad puede variar según la personalidad del individuo, la percepción que tiene del riesgo y las circunstancias en las que ha vivido la pandemia, influyendo aspectos como el sufrimiento de pérdidas cercanas, el hecho de haber enfermado, de pertenecer a grupos vulnerables o de trabajar en los considerados servicios esenciales entre otros.
¿Cuáles son las reacciones emocionales ante las restricciones sociales provocadas por el COVID-19?
Según Rafael Penadés, psicólogo del Hospital Clinic, el hecho de que muchos sujetos no respeten las restricciones sociales a pesar de conocerlas se debe principalmente tanto a la negación, que actúa como mecanismo de defensa ante la incertidumbre que genera la situación, como a la voluntad de algunos sujetos para diferenciarse del grupo o el deseo de pertenecer al grupo, viéndose influidos por la presión social si sus más cercanos no respetan las medidas.
Por el contrario, el COVID-19 ha ocasionado que gran parte de la población sea más cautelosa a la hora de relacionarse y de establecer vínculos debido al sentimiento de miedo presente ante el riesgo de contagio. El miedo es una emoción básica que posee una función de supervivencia; gracias a él somos conscientes de que existe un peligro y tomamos las medidas oportunas para ponernos a salvo. Es por ello por lo que en este contexto el miedo se convierte en necesario, pues nos ayuda a protegernos y a proteger a los demás. La otra cara de la moneda es que esta emoción puede convertirse en disfuncional cuando las consecuencias de experimentarla son peores que las de no hacerlo, es decir, cuando presenta como resultado el aislamiento social que puede reforzar los síntomas de estrés, ansiedad y depresión derivados de la situación de pandemia.
¿Cuáles son las consecuencias del distanciamiento social?
En todo caso, los seres humanos somos seres sociales y por ello necesitamos a otras personas. Nuestros antepasados consiguieron evolucionar reuniéndose en grupos, y desde que nacemos nos encontramos en constante interacción con otros para sobrevivir, pudiendo decirse que el apoyo social es nuestra mayor fuente de protección.
A pesar de no conocer las consecuencias a largo plazo de las restricciones que impone la nueva normalidad, durante la pandemia se visualizan consecuencias psicológicas derivadas del distanciamiento social tales como:
- Depresión
- Ansiedad derivada de la situación de incertidumbre, la inestabilidad económica, el miedo al contagio y a perjudicar a seres queridos, etc.
- Sentimiento de ira, rabia y enfado ante el incumplimiento de las medidas por parte de otros o ante la pérdida de oportunidades como consecuencia de la pandemia
- Sensación de incomprensión, pues muchas personas son identificadas como bichos raros por el hecho de, por ejemplo, no asistir a reuniones sociales o no quitarse la mascarilla en grupos reducidos
- Aumento del estigma ante personas que han padecido la enfermedad, personal de servicios esenciales o profesionales sanitarios entre otros
Teniendo en cuenta la necesidad de vincularnos unida al deber de mantener el distanciamiento físico para evitar la propagación del COVID-19, ¿Qué debemos considerar ante la nueva socialización?
- Mantener el contacto: evitar cierta desconexión emocional a pesar del distanciamiento físico
- Trabajar la regulación emocional: se ha de gestionar la frustración en situaciones en las que el otro no piense o actúe como nosotros procurando ser empático
- Trabajar la asertividad: tratar de exponer y defender las necesidades y el punto de vista de cada cual de forma asertiva evitando entrar en conflicto
- Trabajar la toma de decisiones: de forma que las conductas llevadas a cabo sean consecuencia de una elección personal y no de una posible presión social
- Planear los encuentros: con el fin de evitar situaciones o lugares incómodos que impidan disfrutar del contacto social
- Fomentar el autocuidado: dadas las limitaciones existentes sería interesante dedicarle tiempo a actividades para realizar de forma individual o en grupos reducidos que resulten gratificantes o en las que se desarrollen o descubran nuevas capacidades
- Emplear las redes sociales: no solo para mantener el contacto y evitar así la soledad y el aislamiento sino también para compartir información sobre la necesidad de respetar las medidas y divulgar recursos que contribuyan con el bien común.
En conclusión...
La situación de pandemia mundial ante el COVID-19 y los esfuerzos por contenerla es una de las mayores preocupaciones a nivel mundial en los últimos meses. En esta labor el distanciamiento físico continúa ocupando un papel fundamental a la hora de evitar la propagación del virus. A pesar de las dificultades que esto supone debido a nuestra naturaleza de carácter social, nuestras actuaciones deben basarse y fundamentarse en nuestros valores personales y, mediante ellos, abogar por las conductas que favorecen tanto la propia salud como a la salud colectiva.
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