El Accidente Cerebro Vascular (ACV) o más comúnmente conocido como ictus, presenta una incidencia anual de 2-8 por cada 1000 habitantes. Es la segunda causa más frecuente de muerte en el mundo y supone una causa de discapacidad en la población adulta. Entre los factores de riesgo se destacan la edad (son más frecuentes a partir de los 55 años), la vulnerabilidad genética y las enfermedades vasculares previas. Desafortunadamente, se espera que en los próximos años esta tendencia se mantenga e incluso aumente. Por ello, resulta verdaderamente importante ofrecer cierta visibilidad sobre esta problemática y, concretamente, sobre sus consecuencias neuropsicológicas a corto y largo plazo.
Las alteraciones neuropsicológicas que un individuo presenta tras un ictus dependerán de la localización de la lesión en relación con los territorios vasculares cerebrales. Estas, en su mayor medida, son altamente disfuncionales para la persona que las padece; por ello resulta esencial que las conozcamos, contemplemos la rehabilitación neuropsicológica como una opción que permite un margen de mejora en la calidad de vida de la persona.
Las manifestaciones clínicas asociadas a la presencia de alteraciones en las funciones ejecutivas tras un ictus incluyen desinhibición, inflexibilidad cognitiva, conducta perseverante, distractibilidad o dificultad para mantener, actualizar y manipular contenidos mentales de diferente índole. Paralelamente a estos déficits cognitivos, es frecuente que se produzcan alteraciones emocionales y cuadros de desmotivación y apatía (caracterizados, estos últimos, por un desinterés extremo por el día a día, escasa iniciativa y ausencia de objetivos). Resulta indudable la utilidad que puede suponer conocer esta información para poder diseñar un plan de intervención acorde con las necesidades del paciente.
De manera más específica, podemos resaltar que las alteraciones cognitivas asociadas a un ictus suponen importantes déficits sobre el funcionamiento ejecutivo (debido fundamentalmente a lesiones de los lóbulos frontales). Algunas de las funciones ejecutivas que acaparan más importancia en estas lesiones son las alteraciones disejecutivas, como la habilidad para cambiar de una tarea a otra, mantener y manipular información en la memoria operativa, e incluso lentitud en el procesamiento de la información. Concretamente, las alteraciones cognitivas más representativas de las lesiones en el hemisferio izquierdo son la afasia, apraxia y dificultades de aprendizaje verbal. Por otra parte, las lesiones derechas afectan a los procesos viso-espaciales, aprendizaje no verbal, falta de conciencia del déficit, alteraciones en la pragmática de la comunicación y dificultades atencionales. Además, muchos pacientes con lesiones derechas presentan una marcada indiferencia emocional, desinhibición verbal así como presencia de anosognosia o falta de conciencia del déficit.
Desde el ámbito de la Neuropsicología, resulta esencial diseñar evaluaciones y rehabilitaciones individualizadas que se adapten lo máximo posible a las funciones cognitivas preservadas y alteradas del paciente. De esta manera es posible conseguir, en un intervalo de tiempo determinado, mantener y fortalecer las áreas preservadas y minimizar al impacto de las áreas alteradas en el día a día del paciente, ofreciendo pautas y herramientas alternativas. Además, resulta altamente recomendable la combinación de rehabilitación neuropsicológica con terapia psicológica en muchos casos. Por ello, debemos trabajar desde un enfoque multidisciplinar en coordinación con otros compañeros sanitarios, dotándonos de toda fuente de información útil para diseñar una atención individualizada y eficaz.
Por otro lado, es esencial tener en cuenta el papel de la neuroplasticidad. Son numerosos los estudios que resaltan la importancia de que, tras un ictus, se inicie la rehabilitación cognitiva cuanto antes, ya que así se producirá una sinergia positiva entre la recuperación espontánea inducida por el propio cerebro y el efecto facilitador ejercido por la rehabilitación, aprovechando la mayor plasticidad cerebral que existe en la base inmediatamente posterior a la aparición del daño cerebral.
Un factor que favorece la recuperación a largo plazo es el aumento en el número de nuevas neuronas, en determinadas áreas como el hipocampo, como mecanismo de compensación frente a la pérdida de las neuronas dañadas. La neuroplasticidad también se expresa en el crecimiento de los axones enervados que activan su regeneración a una velocidad de 1mm/día. Por lo tanto, la recuperación del daño cerebral adquirido, en este caso un ictus, está condicionada por la acción combinada de diversos factores:
Los factores intrínsecos: edad, género, lateralidad, personalidad previa, nivel cognitivo premórbido, conciencia del déficit y empleo de rehabilitación.
Los factores extrínsecos: modo de instauración, gravedad, localización y presencia de coma.
Resulta esencial tener en cuenta toda esta información para poder adaptar la rehabilitación neuropsicológica a las necesidades del paciente en ese momento y considerar sus posibles repercusiones a largo plazo. Por lo tanto, como psicólogos sanitarios, debemos concebir ciertos problemas que aparentemente son médicos como posibles áreas de trabajo dentro de la Psicología, en este caso, desde la Neuropsicología Clínica.
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