TERAPIA FAMILIAR

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Terapia familiar

La terapia no sólo se hace de manera individual, sino que depende de lo que el psicólogo considere la mejor opción así como lo que el propio paciente demande, se puede plantearse como más beneficiosa o como complementaria a una terapia individual, una terapia familiar.

La terapia de familia involucra a varios o todos los miembros de una familia. La familia no es sólo los miembros de ésta, sino que además existen interacciones entre ellos; alianzas, rivalidades, simbiosis, protecciones, etc, que hacen de la familia un complejo entramado.

La familia es la base para las relaciones sociales y la visión del mundo; así como percibimos a nuestra familia y nuestro papel en ella, es como vamos a entender el mundo; nuestros mayores miedos, nuestras expectativas, nuestra posición en el mundo, incluso en la pareja, etc.

El objetivo por tanto de la terapia familiar es fortalecer a la familia así como dotarla de recursos para que actúen de manera colaborativa positiva y así puedan solucionar conflictos comunes así como colaborar positivamente en el crecimiento y resolución de conflictos individuales.

Cuando las relaciones interpersonales entre el grupo familiar, impiden llevar una convivencia sana, puede ser recomendable acudir a un psicólogo familiar, para trabajar la mejora de ciertos aspectos en el seno de la familia, habitualmente los ámbitos que se abordan en una terapia familiar son:

  • Mejora de la comunicación
  • Resolución de conflictos
  • Equilibrio y respeto mutuo
  • Aumento de actividades gratificantes comunes
  • Educación de los hijos

 

Mejora de la comunicación familiar

La comunicación en general es un tema fundamental para que las relaciones funcionen bien. Cada uno vive y experimenta el mundo a su manera, según su propia idiosincrasia, y la no comunicación o mala comunicación muchas veces hace que uno se sienta incomprendido en su familia, poco ayudado, no tenido en cuenta, etc.

En la terapia de familia se pretende trabajar en este sentido en:

 Identificación de los conflictos personales e interpersonales.

 Identificación de las necesidades de cada uno.

 Entrenamiento en manejo de la asertividad para expresar, demandar o poner límites.

 Entrenamiento en escucha activa, para aprender a detectar y entender el funcionamiento del otro y darle tiempo y espacio para expresarse.

 Manejo de conflictos

 

Resolución de conflictos familiares

Los conflictos familiares surgen por diferencia de opiniones y expectativas, por desajuste o no coincidencia en deseos, necesidades y puntos de vista de sus miembros. Esto es normal y no es cuestión de evitarlos, sino de aprender a manejarlos.

Si cada uno conoce los puntos de vista de los demás, las discusiones o desacuerdos pueden ser útiles para enriquecerse de otros puntos de vista, así como para mejorar el funcionamiento familiar, cuando se resuelve el conflicto.

Se interviene sobre la comunicación familiar, con técnicas de asertividad, de control de la ira, de escucha activa, entrenamiento en empatía, identificación de puntos convergentes en opiniones diferentes, centrarse en el conflicto actual y no proyectar en él frustraciones o discusiones pasadas o de otro tipo, técnicas de negociación, etc.

 

Equilibrio y respeto mutuo en la familia

En ocasiones las familias se desajustan y la carga de responsabilidades está desequilibrada. Según las características de cada uno y de la situación, esto puede ser pasajero o mantenerse en el tiempo, y en este caso se crea en la persona o personas “hiperresponsabilizadas” una sensación de injusticia, de no ser tenido en cuenta, etc. En la medida de las posibilidades de cada uno; cuando hay niños, hay que tener en cuenta su desarrollo evolutivo, pero cada uno debe tomar sus responsabilidades como miembro de la familia, de manera que exista un equilibrio entre dar y recibir.  A veces, por cambios en las etapas evolutivas (crecimiento de los hijos, independencia, tercera edad y cambios físicos y cognitivos en los padres, fallecimiento de alguno de los miembros), la familia no es capaz de adaptarse a esta nueva situación y surgen o salen a la luz estos desequilibrios. En la terapia de familia se deben reestructurar estas posiciones  de manera que cada uno de los miembros sea cuidado y respetado según sus necesidades.

En otras ocasiones también sucede que, bien por exceso de confianza, bien por roces en la convivencia o a veces por un estilo agresivo de comunicación aprendido, se sobrepasan los límites de respeto. Esto puede pasar de hijos a padres, pero también de padres a hijos, y pasa muchos también entre hermanos, sobre todo en la adolescencia. En este sentido, la familia debe aprender a poner y reconocer límites claros y no sobrepasarlos.

 

Aumento de las actividades gratificantes comunes en la familia

Hay muchos motivos por los cuales las familias dejan de hacer cosas juntos que a todos les resultan agradables, por ejemplo el exceso de responsabilidades de la vida cotidiana, el cambio de etapa evolutiva de algún miembro de la familia (por ejemplo, los adolescentes que prefieren el ámbito social), diferencia de gustos o criterios, o problemas subyacentes. Incluso a veces, algún miembro de la familia evita las actividades familiares para evitar los conflictos.

El aumento de actividades gratificantes comunes, por pequeñas que sean, y adaptadas a la situación familiar, mejora el funcionamiento familiar, aumenta la cohesión y la visión de grupo, y mejora el estado de ánimo de cada uno de los miembros de la familia. Para llegar a este punto, la familia debe aprender a negociar qué actividades y cómo se plantean, aprender a ceder de vez en cuando, aprender a pedir y a ofrecer, de manera que sean lo más gratificantes posibles para todos.

 

Educación de los hijos en la familia

Es importante ponerse de acuerdo en  los criterios bajo los que la familia educará a sus hijos, ya que cada miembro de la pareja, en este caso, habrá aprendido unas costumbres y una forma de funcionar en su familia de origen, y según las circunstancias, se habrá formado su propia idea de cómo educar a sus hijos. Si estos criterios o ideas chocan con los de la otra persona, se producen fricciones que además repercuten en los hijos, quienes detectan esta falta de acuerdo no respetando en ocasiones lo que uno de los progenitores dice.

También entra aquí en juego la familia de origen de cada uno de los miembros de la pareja, quienes tendrán sus propias opiniones y criterios que, si nos respetan unos límites, o si estos límites no están claros, probablemente chocarán con los de la propia familia formada.

Es por todo esto que será importante ajustar criterios y negociar acciones para el buen funcionamiento en este ámbito.

 

Gestión de enfermedades físicas o mentales de alguno de los miembros de la familia

El modelo bio-psico-social de salud que se emplea actualmente sustenta la hipótesis de que tanto en la enfermedad física como en la enfermedad mental interactúan factores biológicos, psicológicos y sociales, ya sean como factor de vulnerabilidad o como factores de protección.

A nivel de enfermedad física, el hecho de que los miembros de la familia se involucren y actúen como un apoyo para el enfermo, así como que las necesidades de los miembros “cuidadores” también sean tenidas en cuenta y cubiertas, no sólo es que la familia va a ser más funcional sino que puede influir positivamente en la recuperación o calidad de vida del enfermo.

En caso de un paciente con enfermedad mental, que los familiares conozcan la enfermedad y entiendan su alcance y repercusión en la vida cotidiana, unido al aprendizaje en resolución de problemas y a cambios en su manera de comunicarse, pueden contribuir decididamente a reducir el riesgo de recaídas del familiar afectado y favorecer su recuperación. También tener en cuenta cómo esto influye en las dinámicas familiares y trabajar sobre el bienestar del resto de miembros de la familia es importante para favorecer el buen funcionamiento del sistema.

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