Psicopatología animada

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Psicopatología animada

Durante mi período estudiantil y formativo (que parece que nunca acabará) tuve la suerte de toparme con un profesor que nos explicaba la psicopatología con ejemplos y desvaríos bastante ilustrativos, facilitándonos la tarea. Por eso hoy creo que es una buena idea presentar alguno de los problemillas de la salud mental mediante el critiqueo de personajes de ficción, todo muy intuitivo y educativo.

Y ¡cómo no! vamos a desgranar los personajes de Disney (con los suyos tenemos de sobra), ya que ha llegado a crear incluso sus propios síndromes en la psicología popular: véase, por ejemplo, el síndrome de Peter Pan —esos adultos inmaduros que no quieren crecer— o el síndrome de Wendy —para esas mujeres que ejercen el rol de madre de forma continua—. Campanilla constituye una representación del histrionismo: trastorno de la personalidad caracterizado por la dramatización y la necesidad de atención. Y el pobre Garfio, que revive continuamente el momento en el que el cocodrilo le arrancó la mano, reacciona bruscamente (con sobresalto) cada vez que escucha un tic-tac que le recuerda al reloj que lleva su enemigo en la barriga: el Capitán padecería estrés postraumático.

No olvidemos al típico personaje preocupón que acompaña al protagonista, al cual todo le inquieta y que, con mucho desasosiego, realiza conductas para comprobar que todo va bien: véase Zazu en El Rey León, Ding Dong —el reloj de La Bella o y la Bestia— o Sebastián en La Sirenita. Pues todos ellos podrían representar el trastorno de ansiedad generalizada. Y hablando de la sirenita, a todos nos queda claro que no paraba de acumular cachivaches inservibles en su humilde morada, lo que nos lleva a pensar en un trastorno por acumulación. Pero ¿y lo de perder la voz así sin más, porque Úrsula le dice que se la ha quitado? Pues lo de perder una función motora o sensorial sin que exista una causa médica, relacionándose con aspectos psicológicos (la sugestión de nuestra bruja-pulpo), nos recuerda a eso que llamamos trastorno conversivo.

El Pato Donald, con ese habla ininteligible, sufre un trastorno del lenguaje. El entrañable Sheriff Woody todo el día detrás de Andy, sufriendo cada vez que él se va, no queriendo salir de casa para no alejarse de él, un trastorno de ansiedad por separación. El burro de Shreck, hiperactivo perdido, y Dori tiene un claro síndrome amnésico con problemas para retener información nueva. Pocahontas descubría colores en el viento, lo que nos hace sospechar que la princesa india percibe ciertos estímulos por el canal sensorial que no le toca, también conocido como sinestesia. El bebé de Los increíbles que, cuando se enfadaba, perdía el control e incluso se convertía en fuego de la rabia que le daba, padecería un trastorno explosivo intermitente.

¿Qué es la pseudología fantástica? La pseudología fantástica es Pinocho: Anton Delbrück lo describió como el comportamiento de mentir de forma compulsiva. ¿Y la prosopagnosia? la incapacidad de reconocer caras de gente conocida, o caras familiares, lo que nos lleva al príncipe de La Cenicienta. ¿Qué clase de persona, después de bailar hasta las doce con una chica, necesita probarle el zapato para reconocerla? pues o una fetichista del calzado que está aprovechando la situación para tocar/ver pies, o una que ha sufrido un daño cerebral que cursa con prosopagnosia.

No podemos pasar sin recordar a alguno de los personajes de Aladdin: a Abu que no contralaba el impulso de robar de todo (cleptomanía) o al Genio con esa expresión tan exagerada de la mímica (hipermimia).

Y cuando hablamos de sueño, que espero queridos lectores que no os esté dando leyendo esto, hablamos de nuestra fantástica Bella Durmiente, que es la princesa que menos hace en una película Disney; la menos protagonista de su propio cuento, porque sólo puede dormir… esto a lo mejor le estaba pasando porque tenía el síndrome de Kleine Levin, también más conocido y pronunciable como síndrome de la bella durmiente (papel relevante no, pero síndrome sí, ¿eh bella Aurora?) que cursa con una hipersomnia o aumento patológico de las horas de sueño. Pero que no pase desapercibida Anastasia, que nos ponía de los nervios cuando casi se arrojaba por la borda mientras soñaba que estaba en una piscina con sus hermanas, porque Anastasia también tenía un problemilla: una parasomnia o desviación del sueño bastante conocida, el sonambulismo.

Para el final Alicia en el País de las Maravillas. ¿Por dónde empezar? Podría alegar que todo el elenco de la pequeña Alicia tiene un trastorno por consumo de drogas, pero eso sería demasiado fácil. De quien no lo vamos a dudar es del Señor Oruga, que cada dos palabras se llevaba la pipa a la boca. Comencemos pues por el Conejo Blanco, siempre con prisas, obsesionado con el reloj, realizando rituales en torno al concepto del tiempo y con características bastante ansiosas, recordando un poco a un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Y pensaréis, el Sombrerero Loco estará fino, ¡pues no! Este personaje sufría una enfermedad, pero en este caso tenía un origen biológico, envenenamiento por mercurio. Los sombreros de fieltro en el siglo XVII estaban muy de moda, y este fieltro llevaba nitrato de mercurio que provocaba una sintomatología similar a la demencia: carácter irritable, excentricidades y temblores.

En cuanto a Alicia, también tiene su propio síndrome: síndrome de Alicia o síndrome de Todd. La pequeña sufría alucinaciones denominadas micropsias, donde ella percibía su propio cuerpo disminuyendo su tamaño, y macropsias, en las que aumentaba —entre otras alucinaciones, porque que te hablen los conejos tampoco es muy frecuente— . Es decir, tenía alterada tanto su percepción visual como su imagen corporal. Aunque, probablemente, todo esto reflejaba el propio sufrimiento del autor del cuento, Lewis Carroll, ya que se sospechaba que él también podría haber tenido el síndrome de Todd, con alucinaciones y padeciendo fuertes migrañas. Además, existían conjeturas que sostenían que Alicia era Alice, la vecina de corta edad del escritor, del que se sospechaba estar enamorado de la pequeña, y dada la diferencia más que notable de edad, se podría suponer una desviación sexual: la pedofilia.

Así que sí, muy bien traído el “we are all mad here”. Y con esto espero haber hecho algo más cercano el complejo (y aquí, en tono humorístico, frivolizado) mundo de la psicopatología, porque como buenos seres sociales que somos, el chismorreo nos gusta, y si eso facilita el aprendizaje y no ofende, bienvenido sea.

Artículo escrito por Celia Rodríguez

En el centro de psicología en Madrid trabajamos un equipo de psicólogas y psicólogos entusiastas de nuestra profesión, con años de experiencia, un alto nivel de especialización y una amplia formación contrastada. Queremos ofrecer respuestas y herramientas a las personas para facilitar su pronta recuperación y así poder mejorar su bienestar y su calidad de vida en general.

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