La primera tendencia es pensar que es una cuestión de orgullo. Pero ¿qué es el perdón? ¿Qué entendemos por perdonar?
En Psicología, el perdón ha estado muy olvidado por los investigadores. Se encuentran pocos trabajos. Quizás se deba a lo ligado que ha estado a ciertas creencias religiosas o a la filosofía, la teología o la moral. El auge de su estudio podría asociarse a que la Psicología Positiva lo considera una de las fortalezas humanas debido a que nos aporta felicidad y efectos positivos al bienestar de las personas.
Al igual que cualquier constructo psicológico, es complejo. Requiere una buena definición. La más acertada encontrada por ahora en la literatura es la propuesta por Robert Enright << el deseo de abandonar el derecho al resentimiento, al juicio negativo, y a la conducta indiferente hacia quien nos ha herido injustamente, a la vez que se fomentan las cualidades de compasión, la generosidad e incluso el amor hacia él o ella>> .
Cuando consideramos que alguien nos ha producido algún tipo de daño, nuestra respuesta automática es de no-perdón. Si dividimos esta respuesta en dimensiones encontramos elementos del perdón a tres niveles: afectivos, cognitivos y conductuales. La persona dañada experimenta sentimientos de traición, ira, dolor, tristeza, confusión. Se llevan a cabo pensamientos de venganza, nos preguntamos porqué. Y por último se realizan conductas de distanciamiento, evitación, expresión de rabia o llanto y en algunos casos se pone fin radicalmente a esa relación.
Lo que resulta evidente es que cuando nos hieren nos cuesta mucho frenar ese sufrimiento. ¿Cómo podemos mitigar ese malestar? Volviendo al principio, nuestro orgullo y nuestro significado de perdonar nos lleva a esperar que la otra persona haga algo para restablecer o compensar esa ofensa. Ahora bien, es muchas ocasiones no hemos sido capaces de perdonar incluso cuando hemos recibido disculpas por parte del ofensor. Esto podría deberse a la atribución realizada de la acción de perdonar: si partimos de un concepto erróneo, actuaremos erróneamente y esto puede aliviar cierto malestar pero no encontraremos ese sentimiento de plenitud.
El perdón es un proceso que se realiza completamente en el individuo dañado, con independencia de la posición del agresor, del pasado, del presente y del futuro.
El mismo autor de la definición previa hace para mi gusto una mejor y más reducida descripción del concepto diciendo que es <<un regalo incondicional que se da a quién ha producido el daño>>.
No es sano perdonar con intenciones de que así la conducta de la otra persona cambie. Solo cuando no buscamos nada en el otro hemos conseguido el objetivo. Esto nos lleva a distinguir dos tipos de perdón: el unilateral o intrapersonal y el perdón interpersonal o bilateral.
El primero sería al que se viene haciendo referencia y el segundo se entendería como un perdón negociado con la función de reparar relaciones o daños. A través del diálogo, el ofendido espera que el culpable realice una serie de pasos: admitir, reconocer su responsabilidad sin excusas y arrepentimiento. Si estas acciones se dan por parte del agresor, muchas personas estarían dispuestas a perdonar. Si consideramos que estos prerrequisitos son incompletos, el sentimiento de injusticia no desaparecerá. En ausencia de alguna de ellas la relación podría no restaurarse nunca.
Perdonar no es olvidar ni simular que nada sucedió. Seguramente hemos vivido situaciones en que miramos a otro lado como si nada y luego hemos observado como la calidad de la relación se ha ido deteriorando. El perdón debería experimentarse desde una posición de fuerza, no de debilidad. Si ha ocurrido una injusticia, se considerará como lo que es.
Ninguna relación es igual en cercanía ni importancia, y lo mismo ocurre con las situaciones o agresiones que generan el dolor. El tipo de perdón utilizado dependerá de ambas.
Para disminuir el malestar del no-perdón se pueden usar herramientas como la aceptación, retribución de sucesos, manejo del estrés o control de la ira A niveles más clínicos, cuando se busca estimular el perdón dentro de una psicoterapia se podrían resumir unos cuantos pasos:
Lo primero sería que la persona consiga ver la ofensa con perspectiva, ni negarla ni minimizar o magnificar su importancia. Debe objetivarlo y disminuir los sentimientos de victimización innecesarios.
En segundo lugar las personas no podemos perdonar sin intentar comprender el mundo del ofensor. Sin entendimiento no habría perdón completo.
En tercer lugar empatía. Componente fundamental del perdón.
Y por último recordar cuando nosotros hemos ofendido y el agradecimiento que hemos sentido al recibir perdón.
En general los efectos del perdón suelen ser positivos. Las investigaciones sugieren que las intervenciones que promueven el perdón reducen los efectos negativos en la salud mental. Se considera que la hostilidad y el perdón suelen tener una relación inversa y son muy conocidos los efectos adversos que conlleva la hostilidad en la salud.
La resolución de conflictos en múltiples ocasiones está igualmente ligada al perdón, como podemos imaginar, especialmente en las relaciones de pareja. Las dinámicas de perdón juegan un papel esencial en la construcción de una buena convivencia. Por otro lado y no menos importante, destacar el lado oscuro que puede tener el perdón. En ocasiones puede ocurrir que se incremente la probabilidad de recibir nuevas ofensas; un ejemplo claro que hoy en día tenemos muy presente es la reincidencia dentro de la violencia de género, donde el ciclo de perdón-agresión se suele repetir sucesivamente si no se pone fin.
En cualquier caso el papel del psicólogo juega un papel fundamental a la hora de analizar cuando puede ser un potenciador terapéutico y en que situaciones estaría desaconsejado.
De un modo u otro, la reconciliación con uno mismo siempre será un buen propósito.
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