¿Qué es lo último que haces antes de dormir? Piénsalo y reflexiona. Años atrás, antes de la invención del móvil y la posibilidad de tener internet en todas partes, ¿qué hacías? Ahora párate a mirar a tu alrededor en una cafetería, en el metro o incluso en tu grupo de amigos, ¿No hay nada que te llame la atención, nada raro?
Nos creemos que somos inmunes a consumir determinadas drogas, pero el hecho de normalizarlas ¿hace entonces de ellas que se vean como algo normal? El alcohol es una droga, pero si lo tomas en determinadas ocasiones, es corriente. El tabaco lo mismo.
Veamos cual es el significado entonces de lo que es una droga: Sustancia que se utiliza con la intención de actuar sobre el sistema nervioso con el fin de potenciar el desarrollo físico o intelectual, de alterar el estado de ánimo o de experimentar nuevas sensaciones, y cuyo consumo reiterado puede crear dependencia o puede tener efectos secundarios indeseados (Según la primera búsqueda en Google).
Según esto, toda conducta no debería ser constitutiva de una drogadicción, ya que no es una sustancia física, palpable… ¿Y si le quitamos sustancia y la reemplazamos o incluimos igualmente conducta? El hecho de actuar siempre y reiteradamente de una misma manera, ¿no crea igualmente dependencia y hace que también llegues a olvidar todo lo que ocurre a tu alrededor?
Imaginemos por un momento que nadie puede permitirse un smartphone de última generación (con internet), y tenemos un amigo que está constantemente pegado al móvil, ¿no lo veríamos entonces como un problema? Este es precisamente el dilema, que acusamos, diagnosticamos o juzgamos cuando es algo que nosotros no realizamos o está mal visto por la sociedad —tomar drogas, o abusar del alcohol por ejemplo—, pero como lo hace todo el mundo entonces ya no es preocupante.
En mi opinión sí que lo es; las redes sociales, al igual que muchas otras cosas, son útiles, pueden llegar a divertir, a instruirnos y usarse como medio de comunicación muy eficaz, pero una vez que abusamos —como con cualquier otra conducta o sustancia— hasta el punto de sumergirnos y ser absorbidos en un mundo que no es el nuestro, es ahí cuando surge el problema, y es algo que a mucha gente de nuestro entorno le sucede, incluso a nosotros mismos. Pero es común, frecuente y no pasa nada.
No nos damos cuenta del impacto social que ha producido, y está produciendo, Internet poco a poco en nosotros; sin quererlo nos volvemos menos sociables, más cerrados al mundo, con temor a interaccionar con otras personas reales, a pesar de tener miles de seguidores en Facebook o Instagram ¿Con qué fin? si después lo único que hacemos es navegar por un mundo paralelo que no es real, que es ficticio.
¿Dónde está el límite?
Constantemente nos avisan de la importancia de poner límites respecto a las drogas. “No puedes consumir alcohol o tabaco si no tienes un mínimo de 18 años” “No puedes conducir si has bebido” “Es ilegal fumar porros”Todo eso está muy bien, pero ¿y si hablamos de internet? Dejemos de lado el hecho de estar pegado al móvil, centrémonos ahora en la idea de perder el control a la hora de exponer gratuitamente tu vida.
Piénsalo bien, ¿quién no lo ha hecho alguna vez? subir una foto inofensiva con amigos, enseñar un plato que estás comiendo, o un lugar al que has viajado. Pero exponer dónde vives, qué haces a todas horas, hasta contar tu primera experiencia sexual ¿no es quizás peligroso?
Mi intención no es ser radical, no pienso que lo correcto sea lógicamente prohibirlo, pero sí concienciarnos y ser prudentes, ya que todo esto no es gratuito e Internet es una base de datos enorme en la que no sabemos dónde va todo, y qué condiciones aceptamos cada vez que pinchamos un contrato sin leerlo.
La intimidad cada vez existe menos, y eso puede llevar a consecuencias muy nocivas a corto y largo plazo, como la difícil aceptación de las críticas, el Ciberbullying y muchos otros problemas con posibles repercusiones psicológicas, sin hablar de múltiples estrategias de robo. Pero quién es el único responsable de ello ¿las RRSS? No, es la persona en sí misma, y por eso es importante vigilarlo y saber ponernos nuestros propios límites

El nuevo héroe entre los jóvenes: el youtuber
Seguro que alguno de vosotros habéis oído hablar del Rubius, un youtuber gamer muy famoso; español de 26 años que juega a videojuegos, se graba y lo cuelga en Youtube. Este chico tiene más de 21 millones de seguidores, lo que supone unos ingresos notables proporcionados por la plataforma en la que sube sus videos, así como por la publicidad. Como él existen muchos más a los que les ha ido en general muy bien. Es un negocio más, no lo critico como tal, pero hay que pensar en la posible repercusión que puede llevar ese hecho…
El otro día un alumno al que le doy clases de refuerzo me habló del fanatismo de algunos chicos de su edad, él mismo tiene una cuenta en Youtube y sigue idéntico patrón, y me ha llegado a decir que lo que más feliz le haría sería conseguir al menos 1 millón de seguidores. Así que le plantee la siguiente pregunta, ¿por qué eso te haría tan feliz? Se quedó un rato pensando hasta que dijo que el simple hecho de que conozcan tu nombre tiene que ser impresionante y muy excitante, se le puso una cara de felicidad difícil de expresar, así que llegué a la conclusión de que los nuevos ídolos y héroes de esta generación son los aclamados youtubers, entre otros muchos términos.
¿No es quizás eso peligroso? ¿No puede hacer que miles de chic@s jóvenes y vulnerables cuenten cosas quizás personales, se hagan fotos comprometidas, acepten retos arriesgados, etc. con tal de conseguir seguidores? ¿Y qué otros, por consiguiente, aprovechen esa ocasión para hacer daño o que simplemente se lo hagan a sí mismos? En mi opinión, muchas de esas cuentas no tienen ningún fin nocivo en sí, pero la idea de pensar que para algunos jóvenes ser youtuber, blogger o gamer resulta apasionante puede llevarles a hacer cosas que quizás escapen de su control.
Cada vez más jóvenes están sufriendo ciberbullying a causa de ello, y tiene un impacto muy grande sobre la persona, ya que se reproduce sin parar en muchas partes y es difícil erradicar algo una vez que está publicado.
Tengo 4 años y nada me agrada
Como futuros padres que seremos o que ya seréis algunos, normalizamos el hecho de darle la tablet a un niño con tal de tenerlo entretenido y que nos deje un poquito en paz. Todo eso es quizás gracioso algunas veces: “¡Ay míralo que ya sabe usar mejor el móvil que tú y tiene dos añitos!”.
Os voy a contar otro caso muy particular, esta vez una niña de 4 añitos a la que también le daba clase, usando el juego en este caso. Esta niña no iba a la guardería, y los padres la tenían en casa con un profesor tras otro con el objetivo de prepararla para el cole. Yo me preparaba mi clase con la idea de aprender jugando, pero una vez tras otra todo le aburría, mientras yo quizás en otra de mis lecciones usaba mi tablet, ella tenía su propio aparato, más nuevo incluso que el mío, con un montón de juegos para maquillar y vestir a princesas y sirenas. Lo tenía todo tan automatizado que sabía evitar los anuncios, y cada vez que salían se perturbaba de tal manera que zarandeaba y se enfadaba con el dispositivo. Cuando yo le enseñaba algo para jugar, todo le aburría y nada le divertía, y así constantemente una clase tras otra.
Sería muy precipitado por mi parte decir que quizás esta niña en un futuro no sea capaz de ser paciente con las cosas, y que el exceso de información que producen las nuevas tecnologías hace que sea muy difícil llegar a satisfacerla en otros ámbitos, pero desde luego que lo que observé no me gustó demasiado, y creo que es importante enseñar igualmente a los niños dónde están los límites de toda aplicación de la tecnología, así como del uso que se puede hacer de ellas.
En conclusión…
Las RRSS son muy recientes pero es importante vigilar el posible abuso que se hace de ellas, sin llegar a verlo como algo normal, justificándose en la idea de que como todo el mundo lo hace no pasa nada. Hay que adaptarse a las nuevas situaciones y tiempos, claro está, hoy es difícil vivir sin un móvil o cuenta de correo para cualquier cosa. La idea es no caer en el abuso, porque al igual que con cualquier adicción, y sin ir más lejos, ejemplos como la compra compulsiva, la obsesión al deporte, o la pérdida de control de la comida, son conductas en las que es importante saber dónde está el límite y darse cuenta cuando existe un problema, ya que todo ello puede producirnos serias consecuencias y perjudicarnos en nuestra vida tanto a nivel laboral y social como, por consiguiente, de manera psicológica y emocional.
Con todo lo dicho en este artículo, mi propósito no es estar en contra de las redes sociales; en general las uso mucho diariamente, me parecen muy eficaces, y creo que gracias a ellas podemos llegar a avanzar adecuadamente, siempre y cuando se haga un buen uso de las mismas, y sin llegar a estar enganchados como si se tratara de una droga.
Los ejemplos que he mencionado son de los pocos que vivimos en el día a día, pero estoy segura que ocurren cosas peores y de las que tenemos que estar pendientes, ya que crecemos con la tecnología, y es importante que no nos dejemos sobrepasar por ella.
Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas.
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