¿Cómo es la psicoterapia en personas con daño cerebral adquirido?
Una vez que hemos aceptado la utilidad o incluso el papel esencial de la psicoterapia en el proceso de recuperación del daño cerebral, empiezan a surgir otras dudas bastante razonables. En una terapia psicológica el cliente establece una relación con el terapeuta: ambos entablan un diálogo, se intercambian preguntas, respuestas y observaciones, y hay un acuerdo en que fuera de sesión el cliente realizará ciertas acciones en su vida cotidiana que serán las que acaben dando lugar al cambio que busca; sin embargo, antes hemos comentado que en el daño cerebral adquirido hay problemas de concentración, de memoria, de lenguaje o de cualquier otro proceso cognitivo. Las implicaciones de estos déficits conllevan que pueda ser difícil mantener una conversación con el terapeuta, o enterarse de lo que nos dice, o expresar adecuadamente nuestra opinión, o recordar qué es lo que habíamos acordado con el psicólogo que íbamos a hacer para la siguiente sesión. Por tanto, ¿en qué medida permiten estas limitaciones que la persona con daño cerebral adquirido (DCA) pueda someterse a un proceso psicoterapéutico?
Como todo en psicoterapia, la clave consiste en la consideración individualizada de cada persona. No todo el mundo con DCA va a experimentar la mismas alteraciones, ni en la misma medida, por lo que la labor inicial del psicólogo será la de establecer un perfil de los déficit y los puntos fuertes de quien tiene enfrente para elegir la modalidad de tratamiento idónea. Esto se lleva a cabo con cualquier tipo de cliente en psicoterapia, solo que en el caso de personas con daño cerebral adquirido habría que añadir a esta evaluación el estado de sus diferentes procesos cognitivos tras el daño cerebral. De esta manera, la psicoterapia en personas con DCA no tiene por qué ser muy distinta que en aquellas sin daño neurológico, pues sus principios y técnicas son los mismos aunque su aplicación pueda variar en función de las dificultades que haya podido generar la lesión neurológica.
En cualquier caso, la función cognitiva más importante y que debería estar mayormente preservada en alguien con daño cerebral adquirido para poder aplicar psicoterapia es el lenguaje. En las primeras fases del proceso de evaluación el psicólogo valorará la capacidad del individuo con DCA para comprender lo que le dicen y a su vez para expresarse adecuadamente. Aparte del papel del lenguaje como principal elemento de comunicación interpersonal, se debe señalar su importantísima función para regular la propia conducta, a través de lo que se conoce como autoinstrucciones: Las autoinstrucciones son frases o breves discursos verbales que la persona se recita a sí misma mentalmente para organizar mejor su propia conducta a responder adecuadamente a situaciones estresantes. Por ejemplo, ante una situación que provoque estrés la capacidad de irse diciendo a uno mismo los pasos a seguir para salir de esta o solucionarla proporciona una guía muy útil en comparación a ir probando formas de afrontamiento por ensayo y error. La técnica se ha probado en numerosos tipos de problemas y ha sido aprendida y aplicada por muchas personas que reciben psicoterapia, tanto con DCA como sin él.
Aparte del lenguaje y las autoinstrucciones, otra parte fundamental de la psicoterapia consiste en conseguir que el individuo con daño cerebral adquirido pueda volver a realizar actividades que le resulten placenteras. Está bien que se entrenen las rutinas de la vida diaria como el lavado, la cocina y otras similares para que recuperen su autonomía lo antes posible, pero intercalarlas con la práctica de las aficiones que tenían antes de sufrir DCA mejora su estado anímico y su motivación a la rehabilitación, por lo que no podemos dejar a un lado estas actividades meramente recreativas dada la importante función terapéutica que cumplen por sí mismas. El psicólogo hará un balance entre las actividades que proporcionan más disfrute a la persona y aquellas que puede realizar solo o con ayuda en su estado actual, motivando al paciente y animándole en su ejecución para que vuelva a disfrutar y a sentirse autónomo.
Para terminar, hablaremos de las técnicas cognitivas. A pesar de su nombre, no forman parte de los programas de rehabilitación centrados en la potenciación de facultades como la memoria, la atención o el lenguaje; si no que buscan cambiar la forma extremadamente pesimista o catastrofista con que uno puede llegar a percibir el mundo tras saber sufrido daño cerebral. No se trata se sustituir sus pensamientos o ideas negativas por otros excesivamente positivos o de engañar al paciente sobre sus capacidades y sus déficits, sino ayudarle a crearse una visión más realista de su situación considerando sus puntos fuertes y todo lo que todavía puede hacer, en vez de focalizarse exclusivamente en lo que ha perdido.
Estas son algunas de las formas en que la psicoterapia puede ayudar a las personas con DCA, pero hay otro grupo a quienes también se les debe ofrecer psicoterapia: sus familiares.
¿Qué ocurre con la familia?
El daño cerebral adquirido no afecta solamente a la persona que lo padece, sino que también genera un fuerte impacto en sus seres queridos, especialmente los familiares. Ante un acontecimiento así es normal que el sistema familiar deba reestructurarse, adoptando algunos o todos los miembros de la familia nuevos roles (aparece la figura del cuidador, por ejemplo). Además, puede haber problemas de comunicación que acaben generando o acrecentando tensiones entre ellos. Esto se debe a que a veces el daño cerebral adquirido o sus consecuencias se convierten en un tema tabú: no se sabe hasta qué punto el familiar con DCA podrá recuperarse, qué cosas podrá o no volver a hacer, si podrá ser autónomo o si necesitará el resto de su vida de alguien que le ayude en su día a día… Cada miembro de la familia puede tener sus ideas al respecto, pero muchas veces el tema se considera demasiado doloroso o sensible para expresarlo en voz alta. Por ello es muy recomendable que haya sesiones conjuntas con todos los integrantes de la familia y que, a través del papel mediador del psicólogo, cada uno pueda expresarse y se compartan opiniones y expectativas. Se produce un gran alivio al saber que los demás también tienen dudas, miedo o incertidumbre, y que entre todos pueden cooperar para afrontar esta situación lo mejor posible.
Por otra parte, el psicólogo escuchará y atenderá las dudas de la familia, intentando informarles en la medida de lo posible de todo lo que ellos quieran conocer sobre la situación actual, formas de ayudar en la mejoría del familiar con DCA y pronóstico de recuperación. Esto se conoce como psicoeducación. Y aparte de la psicoeducación, también puede ser altamente beneficiosa la formación de grupos de apoyo, donde se reúnen familiares de distintas personas con DCA y comparten sus experiencias, consejos y se sienten entendidos al tratar con gente que ha pasado o está pasando por lo mismo que ellos.
Como conclusión a este artículo simplemente señalar que el daño cerebral adquirido no es un problema meramente médico, ya que genera una reestructuración importante de la persona que lo padece y su entorno, y que por tanto la movilización de recursos terapéuticos por parte de los servicios de psicología y neuropsicología no deberían ir enfocados exclusivamente al entrenamiento de las funciones cognitivas, sino también al componente más humano de la persona: sus emociones, sus vivencias y sus relaciones.
No hay comentarios.