La sexualidad es una extensión más del ser humano, forma parte del buen desarrollo y la calidad de vida de las personas. Es por esto que la industria del cine ha encontrado el nicho de mercado perfecto para poder enriquecerse a su costa.
La Real Academia Española define la pornografía como “la presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación”. Resulta para sus consumidores una herramienta erógena más para experimentar placer y ampliar la vida sexual de forma individual o en pareja. El problema surge cuando el contenido de estas presentaciones no se ajusta con la práctica real del acto, afectando seriamente en el desarrollo sexual y afectivo de niños y adolescentes, y produciendo numerosas patologías y disfunciones sexuales en adultos.
Aunque existen diversos tipos de pornografía así como diferentes categorías a gusto del consumidor, la mayoría de la pornografía heterosexual que se oferta tiene que ver con la exhibición de contenidos sexuales obscenos, explícitos, agresivos y genitalizados que desvirtúan la realidad; en estos el rol que adquiere el hombre suele ser dominante y la mujer sumiso, haciendo de esta un mero objeto sexual, acatadora y complaciente de todos los deseos del compañero, aunque no disfrute con ello. De esta manera se normalizan escenas que promueven el sadomasoquismo, la pedofilia, la zoofilia, el maltrato, la denigración y la violación tanto de forma individual como en grupo.
Puede parecer imposible que toda persona con una buena educación y salud sexual sea susceptible de caer en la tentación de visionar este tipo de contenidos, incluso llegar a excitarse con ellos, pero es mucho más común y fácil de lo que uno piensa. Muchas personas se avergüenzan del tipo de pornografía que consumen, reconociendo como les repercute de manera muy negativa en su vida sexual, sintiéndose tremendamente insatisfechas; pese a ello no pueden evitar preguntarse : “¿Cómo he llegado hasta aquí?”.
Numerosos estudios han confirmado que la pornografía actúa como una droga en nuestro sistema nervioso. Cuando una persona se expone a contenidos sexuales que le excitan y experimenta placer por ello, se activan las mismas áreas corticales que en el consumidor de cualquier droga. De esta forma, nuestro cerebro se va acostumbrando a esa dosis de placer y cada vez necesitará una dosis mayor y más frecuente para generar en la persona el mismo efecto. Así, quien comience visualizando contenidos sexuales realistas y saludables, cada vez necesitará exponerse a estímulos más impactantes, duros, novedosos y llamativos, para que el cerebro pueda producir los mismos niveles de excitación y placer que al principio. Este es el proceso por el cual cualquiera puede desarrollar una adicción a la pornografía, repercutiendo significativamente en salud sexual y mental de la persona que la padece.
La pornografía que lleva consigo estas características también puede causar graves problemas de comportamiento sexual. Al igual que el cerebro se acostumbra a esas escenas duras y novedosas que tanto excitan y placer generan, la persona necesitará interiorizarlas en su repertorio sexual y hacerlas realidad. Esto lleva al hombre a adoptar actitudes y conductas antisociales, siendo más agresivo, punitivo y coercitivo con las mujeres, menos atento a sus preferencias sexuales así como más insensible ante el dolor y el sufrimiento de las víctimas de violación, llevando incluso a fantasear, excitarse y desear llevar a cabo alguna conducta coercitiva. Las mujeres, por el contrario, corren el riesgo de normalizar e interiorizar numerosas prácticas consideradas agresiones graves para sí mismas.
La autoestima y la imagen corporal también puede verse afectada en los espectadores de este tipo de contenidos, pues la perfección corporal y el tamaño de ciertas partes del cuerpo adquiere mucha importancia. Así, muchos hombres sienten frustración por no estar tan bien dotados, musculados o no ser capaces de practicar sexo el mismo tiempo que los actores porno, lo que les lleva a padecer problemas sexuales como disfunción eréctil o eyaculación precoz. Las mujeres sin embargo se ven obligadas a lucir un cuerpo imposible, operado o lo suficientemente perfecto para atraer al sexo opuesto.
Resulta innegable que este tipo de pornografía repercute de manera muy negativa en el ser humano, llegando a producir un número cada vez mayor de casos con trastornos psicológicos graves del tipo de la psicopatía y las parafilias. En la actualidad, la forma más común de acceder a estos contenidos es a través de la red y están al alcance de cualquiera. Existen un sin fin de páginas web de carácter sexual que surge en la pantalla de forma automática sin haber hecho ningún esfuerzo deliberado por buscarlo; por ello, y sabiendo el uso abusivo que hacemos de las nuevas tecnologías, no es difícil que este tipo de estímulos puedan caer en manos de menores que, bien de forma casual, bien de manera voluntaria y por curiosidad, comienzan a tener contacto con la sexualidad a través de estos, sobre todo si no hay un control por parte de los padres en su uso.
Las personas nos desarrollamos y aprendemos a través de la observación directa, absorbiendo del ambiente toda la información que nos rodea. Los niños y adolescentes con poca educación sexual y que se exponen a este tipo de contenidos, además de adoptar conductas sometedoras y sumisas, también tienden a considerar como normales ciertas prácticas sexuales de riesgo como por ejemplo prescindir el uso del preservativo, lo que conlleva numerosos casos de embarazos no deseados y el contagio de enfermedades de transmisión sexual.
Es muy importante prevenir a los más jóvenes acerca de este tipo de contenidos para que adopten actitudes apropiadas y puedan disfrutar de una vida sexual saludable, basada en la realidad, el respeto, la igualdad y la reciprocidad. Algunas de las pautas a llevar a cabo por parte de los padres y educadores son las siguientes:
Educar a los hijos en sexualidad: muchos padres aún sienten cierto reparo a la hora de hablar con sus hijos al respecto. Una buena educación sexual impartida por personas de confianza es clave para un adecuado desarrollo sexual de niños y adolescentes. Aportarles información acerca las diferencias anatómicas y funcionales de los órganos sexuales masculinos y femeninos, como estos funcionan de forma distinta y a distinto ritmo, la normalización y la naturalidad del acto, el consentimiento por ambas partes de la pareja a la hora de realizar cualquier tipo de práctica sexual, la adopción de actitudes basadas en el respeto y la igualdad, así como la importancia del uso de métodos anticonceptivos para prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. A este respecto, resulta muy importante crear en el hogar un ambiente de confianza para poder resolver cualquier duda respecto a la sexualidad, ya que los padres van a ser sin duda la fuente más fiable de información.
Impartir talleres de sexualidad en los colegios por psicólogos y/o otros profesionales expertos en el campo como prevención de posibles problemas en salud sexual y mental: cada vez más colegios ven necesario impartir educación sexual en sus aulas y se suman a la propuesta aunque aún quedan muchos muros y tabúes por derribar.
Supervisar todo aquello que los menores visualizan en internet y restringir la aparición en cualquier dispositivo de publicidad con contenido sexual.
Desmitificar el contenido de la pornografía y el poco paralelismo que existe entre esta y la realidad.
Acudir al psicólogo en caso de notar cualquier problema de conducta sexual.
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