La adicción, entendida según el DSM-5 (APA, 2013) como un trastorno por uso de sustancias, hace referencia a una enfermedad crónica y recurrente del cerebro, que se caracteriza por la búsqueda y consumo compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias negativas.
Este trastorno por sustancias afecta a la estructura y funcionamiento cerebrales. Las modificaciones que se originan pueden durar años y en ocasiones producen conductas de riesgo en el individuo que lo consume. Algunos de estos peligros no solo se producen cuando una persona tiene dependencia de la sustancia, sino que el hecho de abusar ocasionalmente también es una conducta de riesgo. Por ejemplo el hecho de beber alcohol y conducir.
En cuanto a los cambios que se producen en el cerebro, encontramos que se deterioran áreas que tienen que ver con el juicio, la toma de decisiones, el aprendizaje y la memoria y el control del comportamiento, y este deterioro tiene que ver con la actitud compulsiva y destructiva de aquellos que abusan de la sustancia.
Entre los efectos que se producen como consecuencia de este abuso de sustancias están los accidentes cerebrovasculares, trastornos mentales, enfermedades pulmonares, cáncer o problemas cardiovasculares, entre otros.
Una de las sustancias de abuso más extendidas es el alcohol. En este caso concreto existen algunas áreas del cerebro que se ven especialmente deterioradas, como la corteza cerebral, que se encarga de la resolución de problemas y la toma de decisiones; el hipocampo, que es importante para la memoria y el aprendizaje; y el cerebelo, que coordina los movimientos.
A continuación se expondrán algunos conceptos básicos a la hora de tratar a pacientes con trastornos adictivos.
En primer lugar se va a matizar la diferencia entre consumo, abuso y dependencia.
El consumo de una droga hace referencia a la ingestión de la misma no produciéndose consecuencias negativas en el sujeto. Generalmente se corresponde a aquellos individuos que se relacionan con la droga de manera esporádica.
El abuso, en cambio, aparece cuando sí se dan consecuencias negativas, pero se lleva a cabo un consumo continuado de la droga a pesar de esas consecuencias.
Por último, la dependencia se da cuando el consumo de una sustancia es desproporcionado y afecta negativamente a múltiples aspectos de la vida del sujeto durante un largo período de tiempo.
Por otro lado, resulta de gran importancia conocer lo que es una intoxicación por sustancias y el síndrome de abstinencia.
En primer lugar, la intoxicación por sustancias surge tras consumir una o varias sustancias psicótropas o alcohol de forma excesiva, y como consecuencia, genera una serie de alteraciones que pueden afectar al nivel de conciencia, de la cognición, de la percepción, del estado afectivo, del comportamiento o de otras funciones y respuestas fisiológicas y psicológicas.
Podemos definir el síndrome de abstinencia como las reacciones fundamentalmente físicas que aparecen cuando el sujeto deja de consumir una sustancia a la que es adicto. Se relaciona con cualquier tipo de sustancias o conducta cuyo consumo pueda originar un estado de adicción.
La decisión de comenzar a consumir drogas normalmente es voluntaria, aunque cuando la persona consume con regularidad, esa capacidad de decisión se ve mermada, por lo tanto la persona deja de tener autocontrol para frenar el consumo.
En cuanto a la adicción, de la misma forma que otras enfermedades, existen diferencias entre cada persona que consume, por lo que algunas personas pueden convertirse en adictas con más facilidad que otras. En este sentido existen una serie de factores que facilitan o dificultan esa transición entre consumo y dependencia. Son los factores de riesgo y los factores de protección.
Los factores de protección son aquellos que dificultan la aparición de la dependencia; sin embargo, los factores de riesgo hacen referencia a aquellas circunstancias que facilitan que una persona desarrolle una adicción.
Entre los de riesgo podemos encontrar los ambientales, entre los que destacan la familia y los amigos: el contexto del hogar, los padres y la infancia son fundamentales, puesto que si desde pequeños observamos en nuestra familia a personas que abusan de sustancias es más probable que nosotros lo hagamos de mayores. De la misma forma, los amigos y compañeros pueden ejercer una gran influencia en la etapa adolescente. Algunas de las situaciones que podrían favorecer el inicio del consumo serían el fracaso escolar o la falta de habilidades sociales.
Por otro lado existen los factores biológicos; es decir, que entre el 40 y el 60% de la vulnerabilidad de una persona a la adicción se explica por factores genéticos. Además el hecho de tener un trastorno mental también aumenta el riesgo de consumo.
Una vez que se ha desarrollado la adicción existen varias perspectivas psicológicas para intervenir; sin embargo, un factor profundamente relevante en este aspecto es la prevención, con vistas a que las cifras de adicciones no sigan creciendo a medida que pasan los años. Concretamente resulta fundamental la prevención en el ámbito de la familia. Este concepto incluye la estructura y las relaciones que se establecen entre sus miembros, estableciéndose como objetivo investigar y profundizar en el análisis del funcionamiento familiar para poder crear programas eficaces de prevención.
Entendemos que la familia es el círculo más cercano del sujeto, por lo que es ahí donde aprende los valores e ideales de vida. Es por eso que tenemos que trabajar para incluir en el repertorio de los padres algunas conductas que enseñen a sus hijos mecanismos de defensa y de gestión emocional adecuada para que éstos sean capaces de hacer frente al extendido abuso de sustancias.
La dependencia de sustancias, lejos de quedar en el pasado, supone actualmente un problema de salud pública. Para trabajar en prevención, necesitamos indagar sobre las causas y los motivos que llevan a las personas a consumir.
Por otro lado, además de trabajar en el ámbito familiar, debemos prestar atención a la prevención primaria, que consiste en evitar o reducir el impacto y las consecuencias negativas de determinadas situaciones y comportamientos, tanto a nivel individual como social. (Mendes, F. J., 1999).
Según Gordon (1987) hay varias vías de intervención: la prevención universal, que se basa en dar información y sensibilizar sobre el problema de las drogas a la población general; la prevención selectiva, que está orientada a grupos que se encuentran estadísticamente en riesgo de consumir potencialmente. Por último, los programas de prevención específica que se centran en un objetivo más específico, con factores de riesgo claros, como fracaso escolar, delincuencia, abuso, etc.
Bibliografía
Caballo, V., Salazar, I. C., y Carrobles, J. A., (2014), Manual de Psicopatología y trastornos psicológicos, Madrid, España. Ediciones Pirámide.
Mendes, F. J. (1999). Drogadicción y Prevención familiar: una política para Europa. Adicciones, 11(3), 193-200
National Institute on Drug Abuse (2014). Adicción y Salud. EEUU: National Institute of Health. Recuperado de https://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/serie-de-reportes/las-drogas-el-cerebro-y-el-comportamiento-la-ciencia-de-la-adiccion/la-adiccion-y-la-salud
National Institute on Drug Abuse (2014). Las drogas, el cerebro y el comportamiento: La ciencia de la adicción. EEUU: National Institute of Health. Recuperado de https://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/serie-de-reportes/las-drogas-el-cerebro-y-el-comportamiento-la-ciencia-de-la-adiccion/abuso-y-adiccion-las-drogas
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