Casi como con un aire redentor me dispongo a escribir este artículo que estás leyendo una semana antes de la fecha de entrega. Mientras, se me pasa por la cabeza que quizás debería hacer otras cosas de mi interminable lista de tareas pendientes como limpiar el baño o ir al super; en vez de eso, me dedico a escribir y, entre tanto, mirar innumerables veces el móvil, merendar, ver cuántas paginas tiene el libro que estoy leyendo, preguntarme quién es el presidente de Sudán, llamar a mi madre, volver a merendar… ¿qué hago con mi vida? Jesús, por favor, céntrate.
Total, que de lo que quería hablar era de la procrastinación, un término que parece estar de moda últimamente entre la gente. Por lo visto, proviene del latín (procrastinare) y significa nada más y nada menos que dejar las cosas que tienes que hacer para luego mientras te dedicas a otras cuestiones menos importantes y/o más agradables. Si, escribo luego porque tú y yo sabemos que ese momento nunca llega así que dejémoslo para después.
Y ahora que ya tenemos una breve definición de lo que es, ¿qué es lo que sentimos cuando tenemos que hacer algo y no lo hacemos? Algunas personas podrían decir que es simplemente pereza pero, ¿alguien se ha parado a pensarlo por un momento? Yo sí, pero porque soy un experto en el tema y tengo curiosidad.
Procrastinar, en un lenguaje algo más psicológico no es más que realizar conductas de evitación. ¿Por qué las realizamos? Depende de la tarea a la que nos enfrentemos pero todas esconden ciertas similitudes: suponen un cambio, causan dolor o incomodidad, requieren esfuerzo mental o físico… Por lo que para evitar esta serie de circunstancias, recurrimos a la procrastinación que nos salva de sufrir. Ciertamente, lo que estamos haciendo es sustituir unas por otras, pero estas conductas que a corto plazo nos producen una sensación de bienestar —y nos reducen la ansiedad que produce la tarea— a largo plazo, cuando procrastinamos una tarea detrás de otra, llegan otras sensaciones y sentimientos negativos aún más incomodos como ansiedad, estrés, frustración, culpa, etc.
Además, a esto hay que sumar una serie de falsas creencias que giran en torno a la tarea en cuestión. Pongamos el ejemplo de un estudiante al que le dan 15 días para entregar un trabajo; sabe que tiene que invertir tiempo y esfuerzo pero que no le llevara más de un par de horas aunque sea un tipo de trabajo que no haya hecho nunca, por lo que se relaja y decide hacer otras cosas. Pasados 14 días, llegan los sentimientos de culpa y la ansiedad debido a que se acerca la fecha de entrega y realiza la tarea atropelladamente de madrugada. Para colmo, una vez entregado, resulta que le felicitan por el buen trabajo realizado, entonces el estudiante se dice a sí mismo “parece que solo trabajo bien bajo presión”. ¿Qué hará la próxima vez? Creo que está claro.

Bien, une vez desenmarañado el funcionamiento de este proceso, ¿cómo podemos hacer frente a la procrastinación?
Es evidente que el cambio recae sobre cada persona; aun así, aquí van una serie de recomendaciones para dejar de perder el tiempo:
En primer lugar, lo que decía Napoleón: “Divide y vencerás”. Segmenta las cosas que tienes que hacer en objetivos; estos deben ser específicos, medibles, realistas y acotados en el tiempo. A veces, nos ponemos metas desmesuradas que se alzan ante nosotros como imposibles de alcanzar. Cuando dividimos las tareas en pequeños objetivos y los vamos consiguiendo poco a poco, esto nos refuerza y nos motiva para seguir adelante. Haz una lista y organízalos en base a la prioridad —1. Lo más urgente, 2. Lo que puede posponerse pero sigue siendo importante, 3. Lo que puede posponerse mucho tiempo—.
ORGANIZATE: establece un horario de actividades o tareas, fija una fecha y una hora, y dedícales el tiempo establecido de antemano. También es útil conocerse un poco a uno mismo, saber cuándo uno es más productivo para enfocar las tareas que se presenten más difíciles en ese espacio de tiempo. Para esto, puedes utilizar una agenda de toda la vida pero si no te apetece ir de aquí para allá con ese trasto, Google Calendarpuede ser una aplicación muy acertada.
Por último, prémiate, celebra que has alcanzado algún objetivo de los propuestos anteriormente. Date un respiro, siéntete orgulloso de ti mismo, haz algo que te gusta, sal con tus amigos… Esto te ayudara aumentar la motivación de cara a los próximos objetivos a la vez que mejorar tu autoestima. Se tolerante contigo mismo, las distracciones seguirán ahí, habrá interrupciones, retrasos, objetivos a los que no llegues; no te presiones. No busques hacer las tareas perfectamente sino que estén bien hechas, que hayas disfrutado en el proceso.
Briconsejo extra: a veces es difícil pero no entres en disputas mentales, el cerebro te dará mil excusas para no hacer lo que tienes que hacer, hazle frente, demuéstrale que eres más fuerte. Lo difícil no es correr durante 30 minutos sino salir por la puerta. No te lo pienses, simplemente, hazlo.
Por último, quería apuntar como dato curioso que en el Antiguo Egipto relacionaban el termino procrastinación con “esperar el momento adecuado”. Esta frase, de la que se abusa en el mundo creativo o artístico, en mi opinión no es más que otra excusa, otra trampa, otra piedra que nos ponemos a nosotros mismos en el camino. Así que como bien decía Picasso, “que la inspiración me pille trabajando”.
No hay comentarios.