Definición y concepto del término Hikikomori
El término Hikikomori, acuñado en el año 2000 por el Dr. Tamaki Saito, es traducido como aislamiento social y trata de un “estado que conlleva el encierro de uno en su propio hogar, sin participar en sociedad durante 6 meses o más y que no parece tener otro problema psicológico asociado como su fuente principal” (Saito, 2013; citado en Sánchez, 2017, p. 3).
Por su parte, García-Allen (2016) alude a las diferencias culturales que se observan, ya que considera que en España sí que la mayoría de estos pacientes sufren trastornos asociados, lo que se conoce como Hikikomori secundario (el Hikikomori primario sería aquel que no presenta comorbilidad con otros trastornos psicológicos). De esta manera, el 34,7% de los afectados sufren simultáneamente trastornos psicóticos, el 22% presentan ansiedad y el 74,5% padecen algún trastorno afectivo comórbido.
Este fenómeno es carente de toda aspiración espiritual, originado más bien por el sentimiento de culpa y vergüenza. Los sujetos que lo padecen se encierran y permanecen en una absoluta inactividad y abulia, cortando toda relación con el exterior para no sentir la hostilidad de la sociedad que les muestra su desaprobación, así como por el temor a salir de su entorno protegido (Gallego, 2010; Miravalles, s.f.).
Se puede encontrar con distintas denominaciones:
España = síndrome de la puerta cerrada
España = síndrome de la puerta cerrada
Mundo anglosajón = Social Withdrawal
Alemania: Sozial Phobie
Según Gallego (2010), la mayoría de los Hikikomori suelen permanecer encerrados entre uno y cinco años. Sin embargo, en algunos casos puede durar hasta una o casi dos décadas. Watts (2002) especifica que cerca del 8% de los afectados aseguraron haber estado aislados durante una década o más.
Tipos de Hikikomori
Tal y como menciona Gallego (2010), existen diferentes tipos de Hikikomori:
Hikikomori Social o NEET (Nor currently engaged in Education, Employment or Training): rechaza el estudio, trabajo o preparación laboral pero mantiene relaciones sociales. Este tipo de Hikikomori presenta características similares a la generación Ni-Ni en España
Hikikomori tachisukumi-gata: presenta una marcada fobia social y se siente paralizado por el miedo.
Hikikomori netogehaijin o Zombi del ordenador: pasa la mayor parte del día enganchado a videojuegos y a la comunicación online.
Por su parte, Beatriz Estébanez (s.f.) menciona también al junhikikomori o pre-hikikomori, el cual sale de vez en cuando para asistir al colegio o universidad pero evita cualquier tipo de relación social.
Existe la creencia errónea de que todos los afectados desprecian la interacción social en favor a otros medios de entretenimiento: ordenador, internet, manga (comic) y anime (películas de animación). Es cierto que los Hikikomori tienen la tendencia a refugiarse en estas realidades alternativas, pero no podría generalizarse (Miravalles, s.f.). Según Beatriz Estébanez (s.f.), solo el 10 % de los afectados utilizan internet para relacionarse con otras personas.
Gallego (2010) también hace hincapié en que no todos están enganchados a la tecnología. Según afirma, el tipo más habitual es el que no hace absolutamente nada y rechaza todo tipo de responsabilidad y esfuerzo, incluso dejando de realizar las necesidades básicas para la supervivencia. Debido a la inanición de estos pacientes, se han dado casos de enfermedad o muerte.
Incidencia del fenómeno Hikikomori
Según menciona Watts (2002), en torno al 40 % de los afectados tienen entre 16 y 25 años y el 21 % de los casos se sitúan entre los 25 y 30 años. Al respecto, Kremer y Hammond (2013) señalan que el promedio de edad de los Hikikomori ha aumentado en las últimas dos décadas, pasando de ser 21 años a 32.
Asimismo, Gallego (2010) también apoya que se trata en su mayoría de jóvenes varones (86%), especificando que normalmente son hijos únicos o primogénitos. Además, esta autora añade que generalmente afecta a estudiantes brillantes sobrecargados por el estrés de las exigencias y los requerimientos de la sociedad que paulatinamente es más competitiva, con el añadido de que suele tratarse de jóvenes incapaces de hablar y confiar en el entorno.
En 2010, en Japón se estimaban unos 700.000 casos, aunque podrían ser más de 3 millones según cifras extraordinarias. En cambio, en estudios previos se mencionaban entre 800.000 y 1.400.000 casos (Sánchez, 2017; Gallego, 2010).
Según García-Allen (2016), también se han descubierto casos de Hikikomori fuera de Japón, pero con algunas diferencias. Como señala este autor, algunos de los países en los que se ha desarrollado han sido Omán, Italia, India, Estados Unidos, Corea y España.
En el caso de España, en 2014 se registraron 164 casos solo en Cataluña. Más recientemente, Martí (2017) menciona la existencia de aproximadamente 190 personas con esta patología en Barcelona. El primer afectado detectado en nuestro país fue en 2007 por un profesor de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza, Javier García-Campayo (Caballero, 2016).
Sin embargo, la magnitud real de este fenómeno se desconoce. Estos datos podrían representar solo la punta del iceberg debido a que estos pacientes son reacios a buscar tratamiento y sus familiares tampoco están dispuestos a pedir consejo por algo que parece ser disfuncional (Watts, 2002; Miravalles, s.f.).
Etiología del Hikikomori
Según Beatriz Estébanez (s.f.), el proceso de aislamiento es gradual. La decisión de aislarse no tiene una causa directa, pudiendo variar bastante las circunstancias y las condiciones específicas del individuo entre unos casos y otros (Miravalles, s.f.).
Por tanto, sería erróneo buscar una única causa para este fenómeno (Estébanez, s.f.). Según varios autores, los factores que contribuyen a su desarrollo y mantenimiento se podrían englobar en socio-económicos y familiares. A continuación se muestran los descritos hasta el momento:
Crecimiento de la economía japonesa durante la segunda mitad del siglo XX y su enorme progreso tecnológico: sin embargo, también hay otros países que han experimentado un elevado desarrollo y aun así no surgió el fenómeno en ellos (Sánchez, 2017). Gallego (2010) apunta que posiblemente Japón sea uno de los países que mayores cambios ha experimentado y a un mayor ritmo, pero este fenómeno podría darse en cualquier país en el que se produzcan cambios rápidos en la sociedad y en la estructura familiar que permita industrialización (Saito, 2013).
Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC): debido al incremento del uso de las TIC, la existencia personal se mide fundamentalmente en función de nuestra presencia en la red, adquiriendo una necesidad irrefrenable de contar toda nuestra experiencia interna y externa así como de sentirnos apoyados constantemente. En numerosas ocasiones, la gente se presenta en internet como le gustaría ser y no como realmente es, midiendo sus actos en función de lo que se espera de ellos (Sánchez, 2017).
Padres permisivos y con un alto nivel económico, que permiten mantener a su hijo durante el encierro y facilitarles tecnologías que evitan su aburrimiento, alimentando su entretenimiento sin tener que salir (Sánchez, 2017). El problema se agrava cuando estos padres consideran vergonzoso tener un hijo Hikikomori y lo permiten en lugar de intervenir o buscar ayuda (Miravalles, s.f.). Además, Gallego (2010) también añade el extenuante horario laboral de los padres.
Watts (2002) también está de acuerdo con que esta enfermedad es producto de la riqueza, la tecnología y la comodidad de la moderna vida japonesa. Además, este autor hace hincapié en una diferencia generacional. En el pasado, cualquier comportamiento de improductividad de alguien en edad de trabajar era motivo para que sus padres le echaran de casa. Sin embargo, el buen nivel económico de Japón en la actualidad nos permite ver a padres felices por permitir que sus hijos permanezcan en casa hasta los 30 años.
Elevada exigencia académica, exceso de actividades extraescolares y la presión laboral (Gallego, 2010): al respecto, Miravalles (s.f.) menciona que “el inicio del rechazo social y el inicio del retiro social surgen en la escolarización obligatoria”.
Concepción del yo: los orientales suelen desarrollar una idea de yo más relacional; sin embargo, los occidentales tienden a la construcción de un yo más individual o esencial. Esto influye en el desarrollo de los individuos en una sociedad y un mercado laboral completamente capitalista y occidental (Sánchez, 2017).
En Japón, los jóvenes son educados en una tradición colectivista que define claramente lo que la familia y la nación esperan de cada uno, generándoles una sensación de no ser nada de manera independiente al entorno. En este contexto en el que dependen de la aprobación de los demás, resulta difícil desarrollar el yo autónomo y autosuficiente (Sánchez, 2017). Por su parte, Gallego (2010) también alude a la pérdida o enajenación de la identidad cultural o individual.
Fracaso en algún grupo de pertenencia considerado por el individuo como esencial: de esta manera, podría estar relacionado con experiencias de bullying, con una ruptura en el núcleo familiar o con un despido laboral. El sentimiento de fracaso de lo que se esperaba de él unido a su incapacidad por reaccionar como ser independiente al grupo le lleva al encierro en su habitación, experimentando el vacío conducido por ese fracaso (Sánchez, 2017). Ante la incapacidad de cumplir con las expectativas que la sociedad espera de la persona, ésta se aísla y se abandona, pudiendo desarrollar su personalidad durante el encierro, un yo propio e individual capaz de hacer frente a su fracaso, aunque le será difícil salir y manifestarla (Sánchez, 2017).
Características de personalidad como la timidez, la introversión, la pasividad, así como la poca o nula tolerancia a las frustraciones (Gallego, 2010).
Aunque muchos de los afectados han reconocido padecer otros problemas psiquiátricos como esquizofrenia, ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo, Saito (2013) discute que una importante proporción de esas enfermedades son secundarias al Hikikomori, no la causa. Sin embargo, este autor se resiste a categorizar Hikikomori como un diagnóstico psiquiátrico en sí mismo, posiblemente por el estigma asociado a la enfermedad mental en Japón.
El poeta y escritor Juan Carlos Usó (citado en Gallego, 2010) alude a la posibilidad de que exista un factor hereditario o una pauta de conducta aprendida a raíz de la presencia de hasta cinco tumbados entre los parientes directos de un paciente. Sin embargo, en Japón no se han detectado precedentes a los actuales Hikikomori, por lo que se descarta el factor hereditario (Gallego, 2010).
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