En cuanto nos enamoramos somos criaturas desprovistas de sentido común
Corazón que palpita, mariposas en el estómago, ideas fantasiosas, sonrisas especiales, miradas cargadas de significado, etc; estas y otras muchas sensaciones marcan el estado denominado sentimiento de amor hacia otra persona: ¿De dónde viene el enamoramiento? ¿Es el enamoramiento el producto de una realidad emocional hacia otro/a individuo/a ó también esconde posibles significados alternativos?
En la edad media el amor alcanzó unas cotas emocionales elevadas debido a las nuevas concepciones idílicas de la época sobre este concepto, atraídas por los trovadores en Francia con sus melodías poéticas, de corte en corte —palacios y castillos— y de pueblo en pueblo, donde a través de diferentes historias de conquistas y fracasos amorosos, adornados con multitud de “excesos y sacrificios pasionales” —lo que es denominado amor cortés— derivó en una concepción del enamoramiento como algo más allá de la realidad, a lo que hoy en día se denomina amor romántico.
¿Qué es el amor Romántico?
Según Carlos Yela, profesor del departamento de psicología social de la Universidad complutense de Madrid, el amor romántico es un conjunto de mitos, ideas ó creencias que están formuladas de tal forma “embellecida” que a ojos del oyente y lector parecen verídicas, y por ello son resistentes al razonamiento y al cambio. El mismo autor nos habla de diferentes mitos transmitidos a lo largo de los siglos y sus consecuencias negativas: El mito de la media naranja a través del cual estamos predestinados a permanecer con una determinada persona y sería la única con la que podríamos estar. La consecuencia negativa asociada a esta idea podría llevar a un nivel excesivamente elevado de exigencia sobre la relación de pareja, y además derivar en decepción sobre la misma cuando no se cumplen tales expectativas, pudiendo generar una tolerancia excesiva —“permitirle más porque es mi media naranja”— ó por el contrario a una sobredemanda —“como es mi media naranja debería de hacer más”.
Otro de los mitos característicos a los que hace alusión el autor es el mito de los celos ó creencia de que los celos son una señal de amor, ó también llegar al punto de ser considerado un sentimiento indispensable para que el enamoramiento se produzca, lo que puede justificar patrones de comportamiento egoístas e incluso violentos como algo normal. Otro ejemplo característico es el mito del amor lo puede todo ó omnipotencia del amor: “si hay amor verdadero las dificultades externas o internas para/con la pareja no deben existir”, idea que puede acarrear una conceptualización negativa de los conflictos, y pasividad ante las discusiones de pareja.
Esta serie de mitos y creencias acerca de las relaciones sentimentales han podido desvirtuar el papel de ambos miembros de la pareja, creando una educación diferenciada por sexos donde cada parte ha de cumplir una serie de estereotipos asociados a la misma, según unos roles sociales que han permanecido a lo largo de los siglos hasta el día de hoy, donde cada cultura marca sus límites.
La manifestación más plausible del amor romántico, y consecuentemente del enamoramiento asociado a esos mitos, ha tenido su representación histórica con el Romanticismo de los siglos XVIII y XIX, donde autores como Goethe en una de sus obras más célebres —Las desventuras del joven Werther (Die Leiden des Jungen Werther)— nos habla del amor no correspondido y los ideales románticos del joven Werther, mitificando el amor y las creencias acerca del mismo hacia su amada como sentimiento único y verdadero, lo cual merece el suicidio. Además de la belleza de esta obra, que representa un talante literario exquisito, interesa destacar su contribución a la desvirtuación del enamoramiento y desarrollo de mitos acerca de este. Posteriormente a Goethe, una ola de suicidios sacudió la Europa central de la época a consecuencia de la desesperación vinculada a las altas expectativas asociadas a determinados amores imposibles e idealizados.
¿Qué diferencias hay entre el enamoramiento normal y el enamoramiento patológico?
El enamoramiento es un estado emocional positivo caracterizado por un “intenso deseo recíproco entre dos personas”, esto quiere decir que es un proceso bilateral, donde se comparten apetencias sexuales y personales de manera mutua. Entonces, ¿Qué es lo que pasa cuando una persona se enamora de otra que no le corresponde? Muchos estigmas sociales asociados a este concepto han culminado en la desesperación de algunas personas, donde determinadas ideas vinculadas a la idealización o magnificación hacia una figura a la que se cree amar, postergan un malestar asociado a los conceptos idílicos sobre esta, pudiendo aparecer pensamientos del estilo: “Es la mujer/hombre de mi vida”, “Nunca conoceré a alguien como él/ella”, lo que relacionado directamente con una baja autoestima puede llevar incluso a la desesperanza.
En una entrevista realizada a Walter Riso, terapeuta del enamoramiento patológico, para el diario La vanguardia, comentaba: “vivimos en una epidemia de amor patológico”, precisando además unas pautas para distinguir entre enamoramiento normal y patológico. Uno de los principales síntomas es cuando se pierde la dignidad, es decir, cuando se puede llegar a justificar la situación con “El amor lo significa todo” (mito asociado al amor); cuando uno/una es consciente de que algo le hace daño pero se siente incapaz de vivir sin ello, “Sin esta persona no soy nada”, apareciendo el miedo a perder al otro/a, dada la incapacidad de entender que esa situación le quita más que le da; pudiendo desarrollar así una dependencia a nivel de pensamiento.
Los mitos asociados al amor pueden llegar a destruir a una persona, pero igualmente la pueden reconstruir. Los estigmas asociados al enamoramiento están fundamentados sobre la cultura y la educación, y solo a través del cuestionamiento de las propias creencias personales, la racionalización y la coherencia con los propios sentimientos negativos que sirvan de alerta, uno/a puede llegar a replantearse la realidad de las cosas, con una idea clara:“Tengo derecho a la ternura y reconocimiento como igual” , y derivado de ello llegar a la conclusión de que hay más peces en el río y que eso no es algo negativo, sino al contrario, surge un campo de posibilidades mucho más amplio del que nuestras creencias culturales y mitos nos dejan imaginar.
Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor
¿Habria necesidad que ese sentimiento (el que se habla en este articulo) es impuesto por una divinidad que recae en una desesperenza ò es propio de la naturaleza del hombre (hablando de los dos generos: femenino – masculino)?
¡GRACIAS!