Hacer ejercicio me salvó la vida: descubriendo el deporte como herramienta terapéutica
Hacer ejercicio es bueno para la salud física y mental.
Nadie podría decir que esta afirmación no es cierta, pero ¿cuántas personas, aun sabiendo esto, practican deporte y viven en sus carnes los beneficios que éste proporciona?
Yo había pasado la mayor parte de mi vida siendo de esas personas que, aun sabiendo que hacer ejercicio iba a ayudarme en muchos aspectos, seguía teniendo una vida sedentaria. Ni los anuncios de gimnasios con fotografías de cuerpos perfectamente esculpidos y envidiables, ni siquiera el típico consejo de la psiquiatra sobre lo bien que viene el yoga para la ansiedad conseguían hacer que me sonara ese click en la cabeza que me motivara lo suficiente como para cambiar mi estilo de vida. Hasta que no me quedó mas remedio.
Desde el comienzo del confinamiento por Covid-19 las redes se llenaron de entrenadores y entrenadoras on-line, influencers dando trucos sobre rutinas de ejercicio para hacer en casa, personas anónimas que decidieron aprovechar para ponerse en forma… era como si, de alguna forma, practicar deporte en casa se hubiera convertido en una moda y, como todas las modas, me acabaron enganchando. Y así empezó todo: con un video de Yoga para principiantes y una esterilla recién sacada de un armario que ni sabía que existía, decidida a “ponerme en forma” porque, ahora sí, iba a tener tiempo.
Lo que jamás me habría imaginado aquel día es que el deporte se iba a convertir en mi mayor apoyo durante una de las experiencias mas complicadas de mi vida. Lo que empezaron siendo sesiones muy sencillas pero agotadoras de yoga se convirtieron en rutinas muy exigentes de diferentes combinaciones de ejercicios, lo que en un principio me daba pereza se convirtió en una necesidad para poder llegar sin desquiciarme al final del día.
Así es como una persona como yo, como cualquier otra, con una salud mental cuestionable y durante una etapa complicada de su vida descubre la realidad de los beneficios de practicar deporte.
Los beneficios psicológicos del deporte son casi innumerables: desde la mejora del autoconcepto y la autoestima, pasando por el aumento del estado de ánimo debido a la producción de endorfinas, reducción de estrés como un ansiolítico natural, hasta llegar a mejorar las habilidades sociales, el desarrollo personal y social.
Pero si es verdad que tiene todos estos beneficios ¿cómo es que aun hay personas, como lo era yo, que no son capaces de dar el paso hacia este estilo de vida?
Algo que no nos cuentan normalmente es que quienes empiezan a hacer deporte suelen estar movidas por una motivación extrínseca, es decir, una amiga te propone ir al gimnasio juntas, tu médico te dice que tienes que bajar de peso, quieres impresionar a la persona que te gusta… En definitiva, una motivación que viene de un refuerzo externo.
Algo que caracteriza a este tipo de motivación es que cuando el refuerzo positivo externo desaparece (tu amiga deja de ir al gimnasio) existe una alta probabilidad de que esta motivación se extinga poco a poco. Es por esto que, a lo largo de nuestra vida, somos capaces de proponernos e incluso empezar una rutina con respecto al deporte, pero muchas veces tenemos la misma facilidad para empezarla que para abandonarla.
No es hasta que la motivación pasa a ser intrínseca que realmente, después de un mínimo de 6 meses de rutina, resulta más probable que las personas continúen este camino hacia un estilo de vida más saludable y que, por tanto, perciban los beneficios de los que ya hemos hablado.
Ésta es la clave del éxito que yo jamás había llegado a experimentar. Lo que hace que a día de hoy considere el deporte una herramienta terapéutica para mi salud mental tan esencial como una buena alimentación o una buena higiene del sueño. El deporte conseguía calmarme, pero mantenerme activa al mismo tiempo. Me brindaba la oportunidad de dedicarme tiempo a mi misma y evadirme de todo lo que estaba viviendo a base de sudor.
No es una tarea fácil convencer a alguien para que cambie sus hábitos e introduzca el deporte en su vida, pero desde luego que es mucho mas complicado si no se hace desde el conocimiento por la propia experiencia. Si bien es cierto que los y las terapeutas podemos beneficiarnos de la empatía que genera el hecho de haber experimentado lo que después queremos transmitir a los pacientes, a la hora de proponer el uso del deporte como herramienta terapéutica esto es fundamental.
El deporte como ingrediente para una vida saludable siempre se ha intentado inculcar desde una perspectiva idealizada, como un reto que solo las personas con tiempo y una gran fuerza de voluntad podían superar. Y es cierto, pero hay que saber transmitir que en realidad es mucho menos exclusivo que todo eso, que todas las personas tienen la oportunidad de descubrir cómo el deporte puede llegar a ser un gran aliado.
Sólo debemos saber hacer sonar ese click que genera el deseo del cambio.
Referencias
Barbosa, S., Urrea, A. (2018). Influencia del deporte y la actividad física en el estado de salud físico y mental: una revisión bibliográfica. Revista Katharsis, N 25, enero-junio 2018, pp.141-159, Disponible en http://revistas.iue.edu.co/index.php/katharsis.
Ryan, M., Deci, E. (2000). Intrinsic and Extrinsic Motivations: Classic Definitions and New Directions. Contemporary Educational Psychology, 25, 54–67. https://doi.org/10.1006/ceps.1999.1020
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