Como psicólogo, son muchas las ocasiones en las que amigos o conocidos me han hecho comentarios del tipo:“¿los psicólogos analizáis a la gente mientras habla?”, “ya me estás leyendo la mente, ¿verdad?”. Siempre he pensado que estas consideraciones no eran más que bromas, resultado inevitable de la imagen que se vende en televisión y películas de esta profesión; pero en otras ocasiones he sido yo quien se ha preguntado ¿qué es lo que la gente conoce realmente de la psicología? ¿Dónde acaba el mito y comienza la realidad? ¿Por qué aún las personas rehúyen ir a terapia?
Hoy, en este artículo, voy a intentar contestar a estas cuestiones con el fin de acercar esta profesión a la gente, para facilitar el conocimiento sobre cómo es un proceso terapéutico y poder desmentir, en la medida de lo posible, los tópicos falsos y los estigmas del psicólogo.
Espero de corazón que las reflexiones que siguen sirvan de ayuda para perder el miedo a la psicología, a eliminar los tabúes que existen alrededor de la misma, y animar a que la gente pueda plantearse el acudir a un psicólogo como una alternativa válida, lógica y real; sin inquietud, ni temor.
Para conseguir este propósito intentaré esclarecer qué es un psicólogo, qué hace, cómo lo hace, cuándo lo hace y para quién lo hace; destacando el hecho de que es una labor realizada con honestidad, trabajo duro, rigor científico y muchísima ilusión por dar lo mejor de nosotros mismos.

Como soporte empírico de estas palabras realicé una pequeña encuesta entre conocidos y amigos, la cual consistió en varias preguntas acerca de las creencias sobre la psicología, el proceso terapéutico y posibles miedos a recibir terapia psicológica (aquí tenéis el enlace de dicha encuesta por si os interesa revisarla ENCUESTA).
Las respuestas, como no podían ser de otra forma, son muy variopintas pero no es menos cierto que la mayoría de ellas tienen varios denominadores comunes que son los que trataremos a continuación:
El primero de ellos, es la idea de que el psicólogo se encarga únicamente de tratar problemas mentales graves. La realidad es que el motivo para comenzar una terapia no tiene que ser, ni mucho menos, un trastorno mental grave; ni siquiera padecer un trastorno. Podemos y debemos acudir a terapia cuando algo no funciona adecuadamente en nuestra vida; este malestar o incomodidad estaría producido por una gran variedad de circunstancias.
Pueden existir problemas con nuestra pareja, en el trabajo, con amigos o familiares. Incluso podemos empezar a encontrarnos más intranquilos, preocupados o con menos vitalidad que antes. Ni es necesario decir que estos malos momentos aparecerían igualmente ante una pérdida o situación complicada; o simplemente porque queremos mejorar, seguir creciendo como personas y modificar algunos comportamientos o rasgos.
Por lo tanto, dentro del marco de la terapia psicológica se tratan problemáticas de todos los tipos; desde depresiones, problemas de ansiedad, miedos, duelos, adicciones, hasta problemas de estrés laboral, de relación con otras personas, habilidades comunicativas, asertividad… Como no puede ser de otra manera, la terapia se ajustará a la demanda en cuestión y podrá realizarse de manera individual, en pareja, en grupo o en familia.
Si lo contemplamos de esta forma, ir al psicólogo es en sí un acto de valentía —y bastante razonado— ya que si algo no funciona, nos produce malestar o simplemente queremos mejorar alguna vertiente para encontrarnos mejor, acudir a un profesional que trate esa temática parece una buena opción.
El segundo de los puntos es contemplar la terapia psicológica como un proceso pasivo donde el paciente cuenta aquellas cosas durante la sesión que le preocupan, y el psicólogo simplemente escucha. Este punto, hoy en día, sí está muy alejado de la realidad y creo esencial cambiar está concepción generalizada: el proceso terapéutico es un proceso activo, y además por ambas partes. Es cierto que el terapeuta pedirá a su paciente que le hable acerca de su problemática; o qué es lo que le ha llevado a acudir a consulta, pero la característica principal de la terapia es que consiste en una conversación donde las dos personas tienen que participar.
El tercero de los puntos se enmarca en la concepción sobre ¿qué hace en realidad un psicólogo? Un psicólogo es un profesional que se ha formado en el estudio del comportamiento humano, conoce las leyes explicativas del mismo y utiliza estos conocimientos para comprender de una manera científica, objetiva y explicativa la problemática del paciente. Un psicólogo estudia las circunstancias y variables, tanto próximas como lejanas, que la han originado; así como los factores que en la actualidad la mantienen.
El psicólogo trabaja desde una perspectiva bio-psico-social. Según este modelo los problemas no pueden explicarse únicamente atendiendo a condiciones biológicas, sociales o psicológicas, si no que cada una de estas vertientes tiene su peso en el origen y mantenimiento de estos. Nosotros nos ocuparemos de la parte más comportamental de la ecuación, actuando sobre la forma que tiene el sujeto de comportarse y percibir el mundo; una forma que, por otra parte, ha sido aprendida y por lo tanto se puede desaprender e inculcar una nueva visión. La parte más biológica es estudiada por otros profesionales, como son los psiquiatras. Es por ello que en muchas ocasiones trabajaremos conjuntamente; ya que la conducta humana no puede entenderse sin biología, pero tampoco sin psicología.
El proceso terapéutico está dividido en varias fases. En la primera de ellas, que denominamos evaluación, el psicólogo recoge toda la información necesaria para poder establecer una formulación del caso. Para ello se utilizan varias herramientas como son: la entrevista clínica, cuestionarios, tareas de registro, observación…. Posteriormente, el terapeuta devuelve la información recogida al paciente explicando cómo y por qué se ha desarrollado la problemática. Además se establecerán conjuntamente los objetivos terapéuticos y el modo de trabajo.
A continuación, pasamos a la fase de tratamiento donde psicólogo y paciente aplican conjuntamente las técnicas más adecuadas para el caso en cuestión (recordemos que todos los procedimientos aplicados en consulta han sido estudiados científicamente, conociéndose su eficacia y efectividad). Finalmente, cuando los objetivos terapéuticos se consiguen se produce el alta del paciente, con la certeza de que lo aprendido durante el proceso le servirá para afrontar problemáticas futuras.
Como cierre para este artículo me gustaría destacar que lo que he intentado transmitir es la visión del psicólogo como una herramienta eficaz, científica y validada que nos ayuda a mejorar, aprender y adaptarnos a los cambios y dificultades que la vida nos plantea a diario. Espero haber conseguido inculcar la visión de la psicología como una ayuda útil en nuestra vida y no como una fuente de miedo o vergüenza. En ocasiones pedir y aceptar ayuda es el mayor gesto de fuerza y valentía.
Nuestros miedos no detienen a la muerte, sino a la vida
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