Si les preguntáramos a los padres lo que más desearían para sus hijos, la gran mayoría responderían que fueran sanos, felices y seguros de sí mismos. Estos deseos les van a acompañar a lo largo de la crianza de sus hijos pero, también, a lo largo de sus vidas.
Sin embargo, el cuidado de los hijos no es una tarea fácil. A muchos nos han contado que los primeros años son los más difíciles, en los que hace falta invertir más tiempo y en los que se duerme menos, pero que esto irá disminuyendo a medida que los niños vayan creciendo.
No obstante, si queremos realmente que nuestros hijos crezcan sanos, felices y seguros de sí mismos, necesitaremos vincularnos con ellos emocionalmente de forma adecuada y segura, pues este vínculo que se va a establecer entre los papás y el pequeño influirá fuertemente en su posterior funcionamiento como adulto, tanto en sus relaciones afectivas y sociales como en su desarrollo psicológico y mental.
Pero ¿Qué hace falta para que este vínculo sea fuerte y seguro?
Pues un conjunto de buenas respuestas de alta sensibilidad por parte de los padres. Y, ¿a qué nos referimos con respuestas de alta sensibilidad? Pues a estar atentos a detectar las señales que emite el pequeño cuando tiene alguna necesidad y acudir para resolverla, dentro de un marco de cariño y seguridad, pues cuando este manifiesta una experiencia emocional como puede ser el hambre, el adulto le devolverá que lo que le está pasando no es grave y que ahí está el papá o la mamá para ayudarle y acompañarle en ese dolor que está sintiendo y que no supone un riesgo para su vida. Esto hará que el pequeño se sienta comprendido y aprenda a ir entendiendo lo que le va pasando, pues hay un adulto atento a esas respuestas con alta sensibilidad para etiquetarle cada emoción y situación por la que pasa.
Sin embargo, para ello el adulto debe estar en un estado de calma, diferente al del pequeño por esa necesidad que no sabe cubrir por sí mismo, y que el adulto, mediante el lenguaje, le irá transmitiendo esa tranquilidad. No obstante, el ritmo del día a día de trabajo y otras responsabilidades adultas nos hace que tengamos días mejores que otros, y que nuestra paciencia o estado de ánimo pueda afectar e influir en algunas situaciones con nuestros hijos. Por eso, tener una alta sensibilidad no es una cuestión de días o de un periodo de tiempo limitado, sino que abarca toda la crianza de nuestros hijos, por lo que ese conjunto de respuestas por parte de los padres debe mantenerse positivamente, generando así un vínculo de apego seguro.
Además de esta alta sensibilidad, es recomendable enseñarle a expresar sus emociones, que sienta que hay un espacio para ello y que va a ser siempre escuchado, que va a ser siempre visto. También, tener capacidad para disfrutar jugando con él, estimularle para el logro de objetivos y metas y un buen nivel de actividad física y verbal cuando interaccionamos. Una buena maestra y experta en psicología con niños y adolescentes, Begoña Aznárez, recomienda que cada noche, antes de que el pequeño se quede dormido en la cama, nos sentemos junto a él y preguntemos: “¿qué ha hecho mal hoy mamá?” Esto ayudará a que el niño pueda expresar lo que no ha entendido o simplemente lo impaciente que estuvo mamá hoy con él. Este momento íntimo con nuestro pequeño nos dará la oportunidad de explicarle, describirle y etiquetarle todas esas emociones que él y, también, mamá han sentido a lo largo del día, ofreciéndole ese espacio de expresión, de entendimiento y de crecimiento que no sólo el pequeño tanto necesita, sino también ese adulto: mamá o papá.
Muchos estudios evidencian los beneficios de un apego seguro entre padres e hijos, donde los padres facilitan que el niño vaya convirtiéndose en alguien autónomo y capaz de valerse por sí sólo, que tenga seguridad en sí mismo, crea en él y vea al resto como personas confiables y buenas. Sentirá que su opinión se tiene en cuenta y, por tanto, tendrá una autopercepción y autoestima muy favorables.
Conclusiones
Por todos estos motivos, el cuidado de los hijos debe ser una de las principales prioridades y motivaciones que tengamos los adultos que somos padres. El tener una alta sensibilidad a las señales de nuestros hijos asegurará la base de una buena salud física y psicológica para ellos, así como el establecimiento de relaciones afectivas seguras entre ambos; que es lo que todos, como padres, queremos y deseamos tener con nuestros hijos.
Referencias
- Aznárez Urbieta, B. (2020). Formación Experto en clínica e intervención en trauma con EMDR. evaluación psicológica y psicodiagnóstico. Madrid: Sociedad de Medicina Psicosomática y Psicoterapia.
- Bowlby (1989). Una base segura: aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Barcelona: Paidós.
- Holmes, J. (2009). Teoría del apego y psicoterapia. En busca de una base segura. Bilbao: Desclée de Brouwer.
- Marrone, M. (2001). La Teoría del Apego. Un enfoque actual. Madrid: Editorial Psimática.
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