La destreza digital y el conocimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, o TIC, se han convertido en competencias básicas para el día a día. Muchas de las acciones que antes realizábamos de manera manual, ya fuese mirar un mapa o una receta de cocina, ahora las hacemos por medio de las tecnologías. Las usamos con fines laborales, académicos, culturales, informativos… Pero un área en el que han tenido especial impacto es en la social, gracias a las tan conocidas redes sociales. A partir de estas redes nos conectamos con otras personas con las que la comunicación es instantánea, global y sin necesidad de horarios. Pero estas características que pueden ser tan beneficiosas en muchos casos, también entrañan la posibilidad de que se haga un mal —y muy dañino— uso de ellas.
El ciberbullying o acoso en las redes
Así es como entre los menores en el ámbito escolar se ha desarrollado el fenómeno que se conoce como ciberbullying. El ciberbullying se ha definido por el psicólogo Smith y sus colaboradores (2008) como “una agresión intencional, llevada a cabo por una persona o grupo utilizando formas electrónicas de contacto repetidamente contra una víctima que no puede defenderse fácilmente”. Esta forma de acoso parte del fenómeno del bullying del que el psicólogo noruego Olweus (1986) indicaba que “un estudiante es acosado o victimizado cuando está expuesto de manera repetitiva a acciones negativas por parte de uno o más estudiantes”, a lo que se suma que debe haber intención de hacer daño por parte del agresor y un desequilibrio de poder entre el agresor y la víctima.
Debido a la naturaleza digital de los medios por los que se lleva a cabo, el ciberbullying tiene unas características particulares que hacen que sea más dañino aún que el bullying presencial. Las más importantes son la posibilidad de mantener la identidad del agresor en el anonimato, que los contenidos compartidos puedan difundirse masivamente y de manera inmediata, y que puedan perdurar indefinidamente en el espacio virtual. Además, como no hay un escenario físico, ni un momento concreto, la víctima siempre está expuesta.
Los tipos de conductas violentas que nos encontramos en el ciberbullying son:
- Flaming. Es el intercambio de mensajes breves insultantes en línea.
- Hostigamiento. Dirigirse repetidamente a una persona con el fin de molestarla de maneras diversas, como puede ser enviándole mensajes, imágenes o vídeos humillantes.
- Denigración. Difusión de información falsa e hiriente sobre una persona a partir de los medios informáticos.
- Difamación. Obtener y difundir información íntima y personal de la víctima con el fin de propagar rumores.
- Suplantación de identidad. Tomar la identidad de otra persona en las redes y realizar acciones que creen una mala imagen de ésta.
- Exclusión social. No permitir la entrada a grupos cibernéticos a otra persona.
- Cyberstalking o acoso cibernético. Perseguir a la víctima en la red, atacándola repetidamente con mensajes insultantes e incluso con amenazas con las que la persona puede ver comprometida su seguridad.
- Happy slapping. Grabación de agresiones físicas y posterior difusión en la red.
¿Cuáles son las causas?
Es importante que nos preguntemos cuáles son los motivos por los que los menores realizan esta clase de actos: se ha visto que la causa principal es la búsqueda de aceptación social. Es decir, utilizan estas prácticas para ganar el apoyo de sus compañeros, pero no solo eso, sino también colocarse en una posición de superioridad, usando el miedo. Además, lo hacen también por otros motivos, como entender inadecuadamente el comportamiento de la víctima como provocador. Esto hace pensar al agresor que la persona se lo merece, justificando así su acción violenta.
También se hace sencillamente por aburrimiento, por considerarlo un entretenimiento. Y luego hay personas que lo llevan a cabo porque realmente disfrutan haciendo sufrir a sus víctimas. También los hay que utilizan estos medios para descargar emociones de ira, celos o culpa por no saber gestionarlos de una manera adecuada. Y por último, hay un notable componente de discriminación e intolerancia en el ciberbullying, ya que es habitual que se elija como víctima a una persona que se considera diferente al grupo.
Pero lo más reseñable del ciberbullying no son solo las conductas en sí o el papel que juegan el agresor o la víctima. Lo más importante es el papel de los observadores. Ya explicábamos que la causa principal es conseguir aceptación social. Por eso, el impacto que tienen estas prácticas en los ciberobservadores y su reacción es fundamental para que se mantenga o no la conducta. En general los observadores no aprueban esas conductas violentas, sino que las toleran por miedo a convertirse ellos mismos en víctimas.
En conclusión
El ciberbullying es un problema de actualidad sobre el que debemos tomar conciencia para poder detectarlo y ponerle fin. Aunque el ciberbullying haga referencia a la violencia cibernética entre menores que traspasa las barreras del colegio, como adultos es nuestra responsabilidad, si somos testigos de casos, tomar medidas, no siendo meros espectadores de ello.
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